
Adviento: tiempo de reconciliación y fraternidad
La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la Salvación, el porqué de todos los hechos salvíficos.
La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la Salvación, el porqué de todos los hechos salvíficos.
“Cuando Dios resuelve tus problemas, tú tienes fe en Él. Cuando Dios no resuelve tus problemas, Él tiene fe en tus habilidades para resolverlos”.
Si no sabemos a dónde llegar, nuestros pasos serán inciertos, nuestra vida va a la deriva, sin rumbo.
Cuando obramos con amor, estamos permitiendo que otros descubran el amor divino y se abran a su amor.
Con mucha claridad debemos saber que existen dos tipos de obras de misericordia, unas corporales y otras espirituales.
El Evangelio del pasado Cuarto Domingo de Cuaresma trata acerca de la conocidísima y esperanzadora Parábola del Hijo Pródigo, también conocida como la Parábola de la Misericordia de Dios.
La ternura no es en primer lugar una cuestión sentimental, sino la experiencia de sentirse amados precisamente en nuestra miseria.
Las obras de misericordia se dividen en dos, las corporales y las espirituales.
La Semana Santa es una experiencia que nos habla de la fragilidad, la debilidad, la angustia, el sufrimiento y la impotencia del Dios-Hombre frente a las autoridades.
En estos tiempos turbios, es necesario animar a los católicos y a todos los cristianos del mundo a reafirmar su amor por la civilización cristiana occidental.
Dios puede hacer milagros para acabar con el hambre y otras necesidades, pero no lo hace así: nos lo ha dejado a nosotros, como la vid da fruto en sus ramas.
Es necesario pedir al Señor por la salud, por el remedio misericordioso a la pandemia, pero además hay que pedir que Jesús nos dé Su paz.