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Virtudes y vicios (I). Discernir las tentaciones

  • José Martínez Colín
  • enero 12, 2024

1)  Para saber

Decía el filósofo Platón que si el semblante de la virtud pudiera verse, enamoraría a todos. Efectivamente, cuando alguien ha adquirido una virtud es mejor persona, ha mejorado su personalidad, y en ese aspecto es atractiva. Y sucede lo contrario, quien adquiere un vicio, ha perjudicado su persona. El Papa Francisco ha comenzado un ciclo de catequesis sobre el tema de las virtudes y los vicios.

Comenzó por referirse al libro del Génesis, en la Biblia, donde se presenta cómo se introduce el mal al caer en la tentación nuestros progenitores. Aparece un personaje que se convierte en el símbolo de la tentación: la serpiente, un personaje seductor e insidioso: se desliza tan lenta y silenciosamente que ni siquiera se nota su presencia. Consigue mimetizarse con su entorno lo que la hace muy peligrosa.

Comienza por preguntarles si es cierto que Dios les prohibió comer de los árboles del jardín. Una frase falsa, pues Dios les dio todos los frutos con excepción de uno solo, del árbol de la ciencia del bien y del mal. Una pregunta que parece inocente, pero lleva toda la malicia escondida, y, sobre todo, comienza un diálogo para ganarse la confianza y así engañarlos. Por ello, el Papa nos previene de estar atentos y nunca dialogar o ni discutir con el diablo. Si no se dialoga, si cuidamos el corazón, no hay posibilidad de ser engañados.

2)  Para pensar

Cuentan que una vez un hombre viajaba por el océano y su barco se hundió, quedó a la deriva por varios días antes de que milagrosamente fuera encontrado por un bote pesquero. Al recuperarse de su pésima condición, contó lo peor que había cometido: Al sentir una sed desesperante bebía agua salada, y por la sal, se deshidrataba y sentía cada vez más sed.

Eso mismo sucede con las tentaciones: cuando se siente sed de amor, comprensión, o atención, se busca en una vida desenfrenada o placeres ilícitos, o en un mal carácter para llamar la atención, pero lejos de saciarnos nos dejan peor que antes. Es “agua salada” que hay que evitar, recordando que Jesús dijo: “El que viene a mí, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed” (Jn 6,35).

3)  Para vivir

La prohibición de comer del árbol del bien y del mal, dice el Papa Francisco, fue una medida de sabiduría divina, pues fue para darle a conocer al hombre que tenía límites y no se sintiera el dueño de todo, incluso del bien y del mal, pues el orgullo es el principio de todos los males. Una gran tentación en la que desgraciadamente cayeron Adán y Eva, pero que se sigue cayendo hoy en día: uno mismo decide lo que es malo y lo que es bueno. Es el escollo más peligroso para el corazón humano. Porque una cosa es descubrir y aprender lo que es bueno y malo y otra muy distinta, uno mismo decidirlo.

Además, la tentación les metió la idea de que Dios no era tan bueno, que no quería su felicidad, y así rompieron la armonía con Dios. Aún hoy, la tentación diabólica hace creer que Dios no es bueno y se le echa la culpa de las guerras, las muertes de inocentes, etc. El Papa invita a saber detectar esas tentaciones, sofismas diabólicos, y cuidar el corazón para que no caiga ni desconfíe jamás de Dios. 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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Facebook: Vox Fides 

sdominguez@ew360.mx 

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