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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

En nuestra familia, ¿qué tanto sabemos de la vida consagrada?

Es una realidad que existen diferentes vocaciones y así es que tenemos distintas profesiones y ocupaciones pero también es una realidad que para el estado de vida que vamos a tener durante nuestra vida también existen diferentes vocaciones.

Este tema no es tan conocido o por lo menos no se trata mucho en las familias a veces por temor y otras veces por desconocimiento, pero es muy bueno que nosotros lo tengamos claro para poder transmitirlo a nuestros hijos y que conozcan todas las opciones que tienen.

Existe la vocación al matrimonio, a quedarse solteros, a ser sacerdotes o a la vida consagrada y estos dos últimos estados de vida en muchas ocasiones se vuelven un punto difícil de tratar en las familias. Por eso debemos conocer bien lo que es y lo que implica cada uno de ellos para así tener claro a que nos comprometemos y cuáles son las cosas que podemos vivir en ese estado de vida.

Todos son hermosos y todos son necesarios, aunque tanto la vocación al sacerdocio como a la vida consagrada requieren de una mayor donación de la persona y de la familia a Dios, y de una respuesta generosa al llamado de Dios a dedicarle la vida. 

Cuando esto sucede, la vida familiar cambia, a veces para bien y en otras ocasiones se genera un rechazo a las personas que han sentido ese llamado a consagrar su vida a Dios, pero debemos ver esto como un rasgo de Amor de Dios y como familia debemos apoyar a nuestros hijos para que tomen el estado de vida para el que Dios los ha pensado y llamado.

Hoy platicaremos sobre la vida consagrada de manera particular, por eso aquí te dejo mis 5Tips para apoyar a nuestros hijos que sienten ese llamado.

PRIMERO. Pensemos seriamente ¿Estamos dispuestos a apoyar a nuestros hijos si sienten el llamado a la vida consagrada?

Es super necesario detenernos a reflexionar cómo reaccionaríamos si alguno de nuestros hijos siente este llamado.

En la teoría se dice fácil pero ya en la práctica ¿seremos verdaderamente capaces de apoyarlos?

Es bueno que no lo perdamos de vista ya que este llamado es personal y no depende de si somos más buenos o mejores que otros; o si servimos en la parroquia o no, este llamado puede ser para cualquiera de nuestros hijos y también puede darse en diferentes edades, es decir, algunos desde muy pequeños lo experimentan y algunos otros ya habiendo terminado una carrera.

Tampoco depende de si nuestros hijos han tenido novio o novia, según sea el caso, porque cuando Dios llama no hay nada más fuerte en la vida y todo lo que se tiene se puede dejar de lado.

Si nuestros hijos están pequeños podemos prepararnos con oración y conociendo en qué consiste este estado de vida, pero sobre todo, tratando de ver cuál es la voluntad de Dios para cada uno de ellos.

Es necesario pedir a Dios la virtud de la generosidad y la docilidad de corazón para estar dispuestos a dedicarle a nuestro hijo con un corazón agradecido y lleno de Amor de Dios.

Si nuestros hijos ya son grandes, nunca es tarde para hacer un acto de consagración de nuestros hijos a Dios y ya Él sabrá si decide llamar a alguno a la vida consagrada, a final de cuentas, nuestros hijos son don suyo y nosotros solo estamos para guiarlos por el camino que los lleve al cielo, no nos pertenecen.

SEGUNDO. Que sepan que nos pueden contar sus cosas y consultar sus dudas.

En cuanto a nuestra actitud para con nuestros hijos es bueno que sepan que siempre estamos para escucharlos, orientarles, encausarles y, por qué no, acompañarles en este proceso de discernimiento vocacional.

Es muy común que tengan muchas dudas y que su cabeza y corazón estén hechos una maraña, pero en nuestras manos está el ser apoyo para ellos y no piedra de tropiezo por cuestionarles todo y tratar de convencerlos de que ese llamado no es real.

Es cierto que, cuando nuestros hijos participan en algún grupo juvenil o sirven en alguna Misa en la parroquia, pueden estar muy entusiasmados por conocer más y más la vida consagrada, por eso es necesario que les ayudemos a madurar ese llamado y discernir si verdaderamente es a la vida consagrada o solamente a servir más de lleno en la parroquia y conocer mucho más a la Iglesia y llevar una vida conforme a lo que Dios nos pide.

Pero que en nosotros tengan un apoyo y un canal abierto de comunicación siempre para que puedan expresar sus dudas y reflexiones. 

TERCERO. Que nuestros hijos conozcan personas con este estado de vida y convivan con ellas.

Es muy saludable que procuremos encuentros con las diferentes órdenes o carismas para que nuestros hijos puedan ir definiendo poco a poco lo que más les llena y les hace felices.

No es lo mismo la vida consagrada que el sacerdocio, no es lo mismo ser religioso que hermano, no es lo mismo ser monja de clausura que religiosa al servicio de una escuela o de la curia diocesana.

Mientras más convivencia tengan con personas que tengan este estado de vida, más fácil será clarificar sus dudas y tener claridad en cómo y dónde quieren entregar su vida.

En todas las órdenes religiosas y seminarios existe la posibilidad de realizar experiencias vocacionales que les permite estar en contacto con el carisma y estilo de vida de cada una.

El hecho de que nuestros hijos hagan una de estas experiencias no quiere decir que ya se quedarán en ese lugar para toda la vida, por eso es muy normal que hagan varias de estas experiencias y nuestro papel será apoyarles y propiciar diálogos que les ayuden a expresar lo que piensan y sienten.

CUARTO. Que toda la familia esté dispuesta a apoyar ese llamado.

Es muy bueno involucrar a toda la familia para que la vida familiar sea propicia y para que se pueda vivir plenamente este llamado, que es personal, pero que está arropado en el seno familiar.

Es bueno que se les explique a los hijos más pequeños lo que está pasando con su hermano o hermana para que nos ayuden a apoyarlos y para que se vivas en comunión.

En ocasiones podemos ir juntos a conocer las diferentes ordenes o seminarios, podemos acompañarlos a alguna convivencia o simplemente podemos no acosarlos con preguntas que puedan incomodarlos o que influyan en el discernimiento que están llevando.

Y QUINTO. Oremos por la vocación de nuestros hijos.

La mejor forma de apoyar a nuestros hijos en la elección del estado de vida es con nuestra oración amorosa y dedicada por ellos.

Dios no desoye la oración de una madre o un padre preocupados por la santidad de sus hijos, o que buscan que encuentren su estado de vida para el que Dios los pensó.

No importa que estén pequeños, podemos comenzar a rezar por ellos y estoy segura que estas oraciones servirán de intercesión para que Dios les allane el camino y les muestre con claridad cual es Su Voluntad para cada uno de ellos.

Al mismo tiempo debemos enseñarles a ellos a rezar por su vocación y para que pidan las virtudes que necesitan para realizarla y tomar el estado de vida en el que le pueden dar más gloria a Dios y ser felices.

Y si es la vida consagrada, para que sepan con claridad cual de todas las opciones que tienen es la que Dios ha pensado para ellos.

Todo esto necesita valentía y generosidad, pero sobre todo pureza de intención y mucha caridad. Ojalá que nuestros hijos la encuentren en nosotros y puedan responder así al llamado que Dios les hace de manera particular, en lo profundo del corazón.

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