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Papa: “La indiferencia, una amenaza para la familia humana”

Este 15 de diciembre fue presentado el Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz que se celebrará el 1 de enero de 2016, día de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. El mensaje lleva por título “Vence la indiferencia y conquista la paz”.

El Papa destaca que Dios no es indiferente, que le importa la humanidad, Dios no la abandona. La paz, dice en su mensaje, es un don de Dios y obra de los hombres. Recordó que el año que concluye sufrió de múltiples hechos violentos, pero también notó signos de esperanza como la recién concluida conferencia COP21 sobre el cambio climático, así como el 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II sus importantes documentos, entre ellos, Nostra Aetate (sobre la relación con otras religiones) y la Constitución Gaudium et Spes.

“En esta misma perspectiva, con el Jubileo de la Misericordia, deseo invitar a la Iglesia a rezar y a trabajar para que todo cristiano pueda desarrollar un corazón humilde y compasivo, capaz de anunciar y testimoniar la misericordia, de <<perdonar y de dar>>, de abrirse <<a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea>>, sin caer <<en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye>>”, subrayó el Papa.

Por otro lado, en el mensaje se menciona que existimos en relación con los demás y ante ellos tenemos una responsabilidad y junto con ellos actuamos en solidaridad, “por eso la indiferencia representa una amenaza para la familia humana”.

El Papa menciona que si bien la indiferencia siempre ha estado presente en la historia del hombre, ésta se ha extendido tanto, que se ha llegado al fenómeno de la “globalización de la indiferencia”. La indiferencia puede manifestarse ante Dios, ante los otros y ante lo creado. De la indiferencia ante Dios derivan las demás.

El Obispo de Roma subraya que esta despreocupación implica una falta grave al deber de contribuir al bien común; esta indiferencia puede incluso justificar políticas económicas deplorables; asimismo, la indiferencia hacia el ambiente crea nuevas pobrezas.

Más adelante se refiere al pasaje bíblico de Caín y Abel, con lo que queda de manifiesto que Caín era indiferente frente a Abel, con lo que el Papa, contrasta la actitud de Dios, que no es indiferente; la sangre de Abel tiene un gran valor ante sus ojos. “Dios está atento y actúa”.

En la Parábola del Samaritano, Jesús denuncia la omisión de ayuda y sus pretextos: Del amor a los demás “depende nuestro destino eterno”. Su Santidad subraya que la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo, donde quiera que haya cristianos debería haber un oasis de misericordia; y enfatiza que la solidaridad es más que un sentimiento: es la determinación constante en el bien común.

El Papa llama a las familias a formar en el amor y en la fraternidad; a los educadores los invita a hacer ver a los pequeños las dimensiones morales y sociales de las personas. Al mundo de la cultura y a los medios de comunicación les dice que tienen responsabilidad en la educación y formación, su cometido es ponerse del lado de la verdad y no de interese particulares. Los medios de comunicación “<<no sólo informan sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes>>”.

Además, llama la atención sobre las múltiples organizaciones no gubernamentales, así como caritativas dentro o fuera de la Iglesia, cuyos miembros apoyan durante epidemias, calamidades, conflictos o ayudan a migrantes. Éstas, subraya el Papa, “son obras de misericordia, corporales y espirituales, sobre las que seremos juzgados al término de nuestra vida”.

No omite mencionar a periodistas y fotógrafos que informan de situaciones difíciles e interpelan la conciencia, así como a las familias que educan a sus hijos “a contracorriente” en los valores de la fraternidad, la compasión y la solidaridad. Agradece a aquellos que escuchando su invitación han acogido a refugiados; además, anima a los jóvenes a realizar proyectos solidarios.

Con motivo del Jubileo, llama a los Estados a realizar gestos concretos con personas como los encarcelados, los migrantes o los enfermos. Particularmente, pide que se mejoren las condiciones de quienes están privados de su libertad, así como que se consideren penas alternativas a las de prisión y pidió abolir la pena de muerte “allí donde todavía está en vigor, y considerar la posibilidad de una amnistía”.

Con referencia a los migrantes, llama a repensar la legislación, ya que la clandestinidad conlleva el riesgo de arrastrar a las personas a la criminalidad; además, recordó la importancia de las tres “T”, que había ya externado en su viaje a África: “techo, trabajo y tierra”. Por otro lado, señaló que se ha de afrontar la “herida de la desocupación”, así como la situación de la mujer en el mundo del trabajo.

Pidió a los responsables de los Estados “que se evite arrastrar a otros pueblos a conflictos o guerras”, se gestionen formas para abolir la deuda de los países pobres y que “no perjudiquen el derecho fundamental e inalienable de los niños por nacer”.

Finalmente, confió todas estas reflexiones a María Santísima para que Jesús, Príncipe de la Paz, conceda nuestras súplicas y bendiga nuestro compromiso cotidiano a favor de un mundo más fraterno.

 

 

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