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El Estandarte de una nueva y preciada realidad

En muchos museos mexicanos que hacen referencia al devenir histórico del país es notable una ausencia destacada. En su muestra museográfica existe un gran vacío respecto a la comprensión de “El Movimiento de Independencia” y por tanto del futuro desarrollo de una nueva realidad mexicana.

Concretamente, en los espacios dedicados a la Independencia es notable la ausencia total de cualquier referencia al estandarte de Miguel Hidalgo y Costilla con la imagen de la Virgen de Guadalupe, salvo contadas excepciones, como en el caso del propio original de Miguel Hidalgo y Costilla exhibido actualmente en el Museo Nacional de Historia (MNH) “Castillo de Chapultepec”.

Esta obra está firmada por el pintor novohispano, Andrés López, quien lo realizó en 1805. Es un lienzo de lino de 183 cm de alto por 113 cm de ancho, preparado para recibir pintura al óleo. La tela de lino está montada sobre una tela de algodón que le sirve de sostén. Sin su conocimiento es imposible entender el desarrollo histórico del origen de una nueva y gran Nación, más aún cuando se llega a confundir en determinados casos el estandarte original con el blasón posterior.

La Independencia mexicana no puede ser estudiada sin la evocación especial de la Virgen de Guadalupe. Más allá de la posible mención en el propio Grito de Dolores del conocido “¡Viva, pues, la Virgen de Guadalupe!” o “… escogemos por nuestra patrona a María Santísima de Guadalupe” por Miguel Hidalgo y Costilla, la exaltación de la Virgen de Guadalupe es claramente un símbolo de unión americana.

En este levantamiento se consuma el imaginario que iniciaron personajes destacados como Carlos María de Bustamante, que desde 1804 se declara Guadalupano, reforzando el patriotismo criollo. Este imaginario lo adopta uno de los movimientos más importantes de la Independencia, “Los Guadalupes”, que contribuyeron a la lucha con sus ideas, con su dinero, con su información, como grupo comprometido con los insurgentes. El concepto venía de una realidad más profunda, si tenemos en cuenta la elección de la Virgen de Guadalupe para hermanar al Rey con sus súbditos novohispanos, sin importar su calidad. Esta jura (1734) no tomaba en cuenta si eran españoles, mestizos, indios o pertenecientes a las castas, libres o esclavos.

Una de las pinturas más populares de la época previa a la Independencia fue la de Juan Patricio Morlete Ruiz (1761), inspirado en el grabado de Sebastián Klauber. Esta imagen pronto se opondría a la Virgen de los Remedios como representativa de insurgentes frente a españoles. Desde la insurgencia, la Virgen de Guadalupe es mirada con recelo por los partidarios del gobierno español en contra de la proclama de la Virgen de los Remedios, poniendo cierta especie de pugna y rivalidad entre las dos imágenes. A la primera se le mira como americana, y a la segunda como española, como si no fuese una misma bajo diversas advocaciones. Esto no quiere decir que la sociedad hiciera tal distinción; más bien, fue políticamente hablando, que en el aspecto religioso y humano.

Miguel Hidalgo y Costilla toma, o según otros autores se le ofrece, un lienzo al óleo de la Virgen de Guadalupe, el mismo que es considerado como la bandera de guerra. Se tomó al paso de la parroquia de Atotonilco el 16 de septiembre de 1810, al mediodía, viniendo de la congregación de Dolores rumbo a la villa de San Miguel el Grande, mostrando así una imagen que como estandarte unificara el ideario del movimiento. Los partes militares pronto registraron la captura de al menos dos lienzos guadalupanos en la batalla de Aculco y un año después en el Puente de Calderón, cerca de Guadalajara, Félix María Calleja capturó cinco banderas y dos estandartes. De los siete, cuatro contenían a la Virgen de Guadalupe.

La confusión histórica entre el estandarte y el blasón de Hidalgo nació en algún momento de la segunda mitad del siglo XIX y se reforzó posteriormente con la obra del pintor español Antonio Fabrés, que realizó una pintura de Miguel Hidalgo y Costilla (1905) para adornar lo que hoy llamamos la Galería de los Presidentes en Palacio Nacional. En ella, Hidalgo enarbola el Blasón con los escudos de la Casa de Borbón y las Provincias franciscanas de San Pedro y San Pablo en Michoacán junto a la inscripción en latín por medio de abreviaturas y monogramas de “Viva María Santísima de Guadalupe”. No debemos confundir por tanto estas dos representaciones: el estandarte y el blasón.

Este estandarte de la Virgen de Guadalupe no debe ser privado de un espacio público que dote de significado al movimiento de Independencia de México para su reconocimiento y admiración. Es necesario reivindicar en los espacios de museos, donde traten la Independencia, la incorporación de una réplica del mismo y correspondiente al estandarte de Miguel Hidalgo y Costilla conservado en el Museo Nacional de Historia (MNH) “Castillo de Chapultepec”. Dicha réplica podría obtenerse en semejanza mediante la fotografía en alta resolución del original para después ser impresa y situarla en un bastidor que sea lo más fielmente posible al original de la época. De este modo se dotará al conjunto de mayor fuerza y facilitará la comprensión de los hechos históricos mediante el hilo conductor que caminaba hacia la autodeterminación e independencia bajo la atenta mirada y protección de la Virgen de Guadalupe como estandarte de una nueva y preciada realidad.

Centro de Estudios Guadalupanos (CEG) UPAEP 2015.

 

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