
Al inicio de la Cuaresma. Libres para amar
La oración, la limosna y el ayuno nos ayudan a vaciarnos y liberarnos de los apegos que nos aprisionan.
La oración, la limosna y el ayuno nos ayudan a vaciarnos y liberarnos de los apegos que nos aprisionan.
La ira es un vicio que destruye las relaciones humanas, no acepta la diversidad del otro.
La avaricia corrompe la voluntad del hombre inclinándolo a poner su corazón en los bienes materiales.
La belleza de las relaciones sexuales está en que hay un amor pleno de donación recíproca.
Una necesidad vital es la alimentación. Pero es preciso que no se desordene y deje de cumplir su función, sea por comer demasiado, o demasiado poco.
Tengamos siempre la confianza en la misericordia infinita de Dios que nos ayuda y nos perdona todo, facilitándonos el Sacramento de la Reconciliación.
La tentación diabólica hace creer que Dios no es bueno y se le echa la culpa de las guerras, las muertes de inocentes, etc.
Jesús nos da muchas lecciones, entre ellas, de humildad, de pobreza, y sobre todo de amor, pues siendo todo un Dios, se hace hombre para morir y así redimirnos.
San Pablo describe a la Iglesia como un cuerpo con sus diferentes miembros, para explicar la variedad de sus carismas.
En la vida espiritual es importante la sencillez para no complicarse. El Señor nos invita a ser sencillos como palomas.
Está el peligro de considerar a Dios como alguien ambiguo, nebuloso o incluso como algo, como algunos que lo suponen como una energía.
“La esperanza es como el azúcar en el café, tan solo unos granos endulzan y ayudan a pasar los ratos amargos de la vida”.