La brújula para no perderse. Fijar el rumbo
Si no sabemos a dónde llegar, nuestros pasos serán inciertos, nuestra vida va a la deriva, sin rumbo.
Si no sabemos a dónde llegar, nuestros pasos serán inciertos, nuestra vida va a la deriva, sin rumbo.
La oración nos ayuda porque nos une a Dios, nos abre al encuentro con Él. La oración es la clave que abre el corazón al Señor.
El Señor nos recuerda que todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido.
Tanto la teología como la inteligencia artificial nos conducen a la misma conclusión. La libertad es capacidad de elegir, pero no es eso primordialmente.
Así como oramos por “nuestros” difuntos, debemos orar por los “otros” difuntos o moribundos.
Tener un corazón católico significa no excluir ni discriminar a nadie.
El cielo y el infierno es un misterio, se dice que el cielo es un lugar dónde somos felices, pero si nos separan de nuestros seres queridos ¿cómo poder serlo? Por ello el Evangelio, responde que en el cielo somos como ángeles, que no se casan ni se da el matrimonio.
A través de la teología y de la palabra de Dios encontrada en la Biblia podemos darnos una idea de cómo es el Cielo.
Hoy en día algunos piensan que pueden prescindir de Dios para salvarse, piensan que porque “no matan, ni roban” ya se merecen el Cielo. Pero se olvidan que es gracias a Jesucristo que el Cielo se ha abierto para el hombre.
El hombre pretende tener la llave de su felicidad, sin pensar que la llave de la verdadera y eterna felicidad solo la tiene Cristo.
El Papa Francisco dice que el ancla es uno de los símbolos cristianos que más le gustan. “Nuestra vida es como un ancla que está en el cielo, fija en el lugar adonde llegaremos”.
En la Fiesta de la Asunción, gocémonos de contar con María, viva en cuerpo y alma en el Cielo, junto al Señor, rogándole por nosotros, con maternal amor.