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Ángelus 28 febrero 2016

Papa: Jesús espera con invencible paciencia nuestra conversión

Éste domingo 28 de febrero, con relación a las tragedias que se reportan diariamente, el Santo Padre expresó que Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, sino que invita a sacar una enseñanza de los hechos dolorosos.

 

Papa Francisco: Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una enseñanza que se refiere a todos, porque todos somos pecadores; de hecho, dice a aquellos que le habían interpelado: “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”.

 

Mencionó que el Evangelio nos invita a reflexionar, dijo que Jesús nos invita a cambiar el corazón, a hacer una radical inversión en el camino de nuestra vida, abandonando los compromisos con el mal. Habló sobre el año de gracia.

 

Papa Francisco: Un “año” de gracia: el tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su regreso glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de arrepentimiento y de salvación. Un tiempo de un Año Jubilar de la Misericordia.

 

Finalizó comentando que el Señor nos salva.

 

Papa Francisco: Nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Jamás es tarde para convertirnos, pero ¡es urgente, es ahora! Comencemos hoy.

 

Después del Ángelus pidió que cada uno ore por los refugiados, especialmente en Grecia, por el cese de hostilidades en Siria y por las víctimas del ciclón que azotó a las Islas Fidji.

 

Texto completo

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

 

Cada día, lamentablemente, las crónicas reportan malas noticias: homicidios, accidentes, catástrofes… En el pasaje evangélico de hoy, Jesús se refiere a dos hechos trágicos que en aquel tiempo habían suscitado mucha sensación: una represión cruel realizada por los soldados romanos dentro del templo; y el derrumbe de la torre de Siloé, en Jerusalén, que había causado dieciocho victimas (Cfr. Lc 13, 1-5).

 

Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de sus oyentes y sabe que ellos interpretan este tipo de acontecimientos de modo equivocado. De hecho, piensan que, si aquellos hombres han muerto así, cruelmente, es signo que Dios los ha castigado por alguna culpa grave que habían cometido; como diciendo: “se lo merecían”. Y en cambio, el hecho de ser salvados de la desgracia equivalía a sentirse “bien”. Ellos se lo merecían; yo estoy bien.

 

Jesús rechaza claramente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que aquellas pobres víctimas no eran peores que los otros. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una enseñanza que se refiere a todos, porque todos somos pecadores; de hecho, dice a aquellos que le habían interpelado: “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (v. 3).

 

También hoy, frente a ciertas desgracias y a eventos dolorosos, podemos tener la tentación de “descargar” la responsabilidad en las víctimas o incluso en Dios mismo. Pero el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿Qué idea de Dios nos hemos hecho? ¿Estamos realmente convencidos de que Dios es así, o esto no es más que nuestra proyección, un dios hecho “a nuestra imagen y semejanza”?

 

Jesús, al contrario, nos invita a cambiar el corazón, a hacer una radical inversión en el camino de nuestra vida, abandonando los compromisos con el mal –y esto lo hacemos todos, ¿eh?, los compromisos con el mal–, las hipocresías –pero, yo creo que casi todos tenemos un poco, de hipocresía–, para retomar decididamente el camino del Evangelio. Pero está ahí, nuevamente, la tentación de justificarse: ¿De qué cosa debemos convertirnos? ¿No somos en fin de cuentas buenas personas –cuántas veces hemos pensado esto: pero, en fin de cuentas yo soy bueno, soy alguien bueno… ¿y no es así, ‘eh?–, ¿no somos creyentes, incluso bastante practicantes? Y nosotros creemos que así nos justificamos.

 

Lamentablemente, cada uno de nosotros se asemeja mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, afortunadamente para nosotros, Jesús se parece a un agricultor que, con una paciencia sin límites, obtiene todavía una prórroga para la higuera infecunda: “Déjala todavía este año –dice el dueño– […] Puede ser que así dé frutos en adelante”.

 

Un “año” de gracia: el tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su regreso glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de arrepentimiento y de salvación. Un tiempo de un Año Jubilar de la Misericordia. La invencible paciencia de Jesús, ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su irreducible preocupación por los pecadores? ¡Cómo debería conducirnos a la impaciencia contra nosotros mismos! ¡Nunca es demasiado tarde para convertirse! ¡Jamás! Hasta el último momento, la paciencia de Dios nos espera.

 

Recordemos aquella pequeña historia de santa Teresa del Niño Jesús, cuando rezaba por aquel hombre condenado a muerte, un criminal, que no quería recibir la consolación de la Iglesia, rechazaba al sacerdote, no quería, quería morir así. Y ella rezaba, en el convento, y cuando aquel hombre está ahí, en el momento de ser asesinado, se dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa. ¡La paciencia de Dios! ¡Lo mismo hace con nosotros, con todos nosotros!

 

Cuantas veces, nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el Cielo; pero cuántas veces nosotros estamos ahí, ahí, y ahí el Señor nos salva. Nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Jamás es tarde para convertirnos, pero ¡es urgente, es ahora! Comencemos hoy.

 

La Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia; y nos ayude a no juzgar jamás a los demás, sino a dejarnos interpelar por las desgracias cotidianas para hacer un serio examen de conciencia y arrepentirnos”.

 

Después del Angelus:

 

“Queridos hermanos y hermanas,

 

Mi oración, y ciertamente también la vuestra, tiene siempre presente el drama de los refugiados que huyen de las guerras y de otras situaciones inhumanas. En particular, Grecia y otros países que están primera línea les están dando una ayuda generosa, que requiere la cooperación de todas las naciones. Una respuesta coral puede ser eficaz y distribuir equitativamente los pesos. Por eso, es necesario apuntar con decisión y sin reservas a las negociaciones.

 

Al mismo tiempo, he recibido con esperanza la noticia sobre el cese de las hostilidades en Siria, e invito a todos a rezar para que este resquicio pueda dar alivio a la población sufriente y abra el camino al diálogo y a la paz tan deseada”.

 

“También deseo asegurar mi cercanía al pueblo de las Islas Fidji, duramente azotado por un ciclón devastador. Rezo por las víctimas y por quienes están comprometidos con las operaciones de socorro”.

 

Saludos:

 

“Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de otros países. Saludo a los fieles de Gdansk, los indígenas de Biafra, los estudiantes de Zaragoza, Huelva, Córdoba y Zafra, los jóvenes de Formentera y los fieles Jaén.

 

Saludo a los grupos de polacos residentes en Italia; a los fieles de Casia, Desenzano del Garda, Vicenza, de Castiglione d’Adda y Rocca di Neto; así como a los numerosos jóvenes del Campamento de San Gabriele dell’Addolorata, acompañados por los Padres Pasionistas; los chicos de los Oratorios de Rho, Cornaredo y Pero, y a los de Buccinasco; y a la Escuela de las Hijas de María Inmaculada de Padua.

 

Saludo al grupo que ha venido con motivo del Día de las Enfermedades Raras, con una oración especial y mi aliento a vuestras asociaciones de ayuda mutua”.

 

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

@voxfides

mm@yoinfluyo.com

 

 


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