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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

El llamado por Dios no se pavonea, dice el Papa en Paraguay

El último evento del sábado 11 de julio presidido por el Papa Francisco en Paraguay, fue el rezo de las Vísperas en la Catedral de Asunción con obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos católicos. Desde alrededor de las 14:00 horas los invitados a la celebración llegaban a la Catedral, las calles cercanas estaban cerradas ya al tránsito y la algarabía se respiraba por doquier.

Los invitados ocupaban el interior de la Catedral Metropolitana, así como el atrio y un espacio ulterior; el resto de los fieles podía acompañar la oración desde una plaza que se ubica justo enfrente de la Catedral. De hecho, los primeros de éstos se encontraban sólo unos cuantos metros atrás de los invitados. Ahí se comenzaban a congregar las personas, familias completas y gente venida de Argentina o Brasil, pero no faltó una familia mexicana.

Poco a poco la gente tomaba posición, no al centro de la plaza, sino a los lados, para poder ver al Papa cuando arribara a la Catedral. Las horas pasaba, en un ambiente de tranquilidad con un estado del tiempo inmejorable. Al filo de las 18:30 sonaban las sirenas y la gente sentía gran emoción, el Papamóvil se detuvo frente a la Catedral y parecía que descendería, pero al contrario, comenzó un recorrido alrededor de la plaza, lo que “enloqueció a la gente”. La distancia entre el Papa y la gente era muy poca y fue posible verle bien. A diferencia del primer recorrido, aquí pasó “despacito”.

Comenzó el rezo de las Vísperas, sonaban los salmos y las antífonas con gran belleza, y en el momento que marca la celebración Su Santidad realizó la meditación, diciendo: “Qué lindo es rezar todos juntos las vísperas”. A continuación, mencionó que a veces las circunstancias internas o externas “nos obligan a tirar lo construido y a empezar de nuevo, pero con la esperanza siempre puesta en Dios”. Y subrayó que “Dios nunca defrauda. Y por eso le alabamos agradecidos”.

Destacó que somos nosotros las manos del Señor que levanta de la basura al pobre, como dice el Salmo, que “somos los que luchamos, peleamos, defendemos la valía de toda vida humana, desde la concepción hasta que los años son muchos y las fuerzas pocas”. Y dijo que “todos tenemos limitaciones, ninguno puede reproducir en su totalidad a Jesucristo”, pero un rasgo irrenunciable es no alardear: “El llamado por Dios no se pavonea”.

Al concluir el rezo de Vísperas, para algunos peregrinos apenas comenzaba la jornada, ya que las puertas en Ñu Guazú, donde se celebraría la Misa del domingo 12 de junio, estaban abiertas desde hacía varias horas, así que para los que asistirían era hora de preparase para pasar la noche ahí.

Guazú, en guaraní, es grande, por lo que la Santa Misa se llevaría a cabo en el Campo Grande, Ñu Guazú. Dicho lugar ya había albergado antes la Misa celebrada por San Juan Pablo II, en 1988. Al llegar ahí se podían ver a los miles de voluntarios que apoyaban en la organización del evento; en total, durante la visita, ayudaron 88,000 personas como voluntarios.

El campo en grandes sectores tenía lodo, desde aquel donde se puede caminar, hasta donde se hunde el pie; desde aquel donde se deja la huella, hasta el que se queda con el zapato del peregrino. Sin embargo, no hubo obstáculo que detuviera las ganas de participar al día siguiente.

Hubo una vigilia de oración con música, algún predicador, el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia cantada, representaciones y finalmente el Santo Rosario. En algunos faltaban las fuerzas pero a muchos les sobraba la generosidad, cediendo un poco de espacio o viendo como poder apoyar al otro. La vigilia concluyó antes de salir el sol.

La Misa estaba programada a las 10:00 a.m. y la procesión de entrada comenzó varios minutos antes, misma que duró casi 20 minutos. El retablo, hecho con pequeños cocos y mazorcas, con las imágenes de San Francisco y San Ignacio de Loyola dibujadas con semillas, ya enmarcaba el inicio de la Misa. El acto penitencial se escuchó en guaraní.

El Evangelio trató sobre el envío hecho por Jesús a los primeros discípulos, de dos en dos, y señalándoles que no lleven alforja, ni dinero, ni dos pares de sandalias. El Papa en su homilía destacó la importancia de la hospitalidad, que debemos acoger en especial a los alejados, que el otro se sienta así mismo acogido. “Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar… les muestra que el camino del cristiano es simplemente transformar el corazón, el suyo, y ayudar a transformar el de los demás”. Que no se convence con los argumentos, sino simplemente aprendiendo a alojar.

Al término de la Misa se rezó el Ángelus, donde destacó el amor a la Virgen de los pueblos latinoamericanos. El mensaje del representante de la Iglesia Ortodoxa, llamó fuertemente la atención de los fieles. Ñu Guazú comenzó a desalojarse bajo la “mirada” de los globos blancos y amarillos que surcaban el cielo azul de Paraguay.

 

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