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Este pasado domingo 10 de mayo con todas las restricciones que la epidemia impone, celebramos el Día de las Madres.

Hace años que se dedica ese día en México a manifestar de una manera especial el cariño que los hijos tenemos a nuestras madres. Viene a colación que en la misa que SS Francisco celebró ese día en la capilla de Casa Santa Marta, el traductor mencionó muchos países en que existe una celebración semejante ya sea un día fijo o el segundo domingo de mayo, si no es universal celebrar a la madre, si es una dedicación bastante extendida.

Es importante que en un tiempo en que los valores familiares, lo mismo que otros valores trascendentes sufren desprecio y en ocasiones combate, el reconocimiento a la mujer madre, la que sabe amar desinteresadamente al producto de sus entrañas debe ser exaltada, pues es exaltar el amor como entrega y sacrificio.

Por supuesto que la maternidad biológica es una prueba de generosidad, suele ser un esfuerzo de nueve meses cuando llega a su término. Su valor es inapreciable, gestar una vida, un nuevo ser humano es un prodigio, es cooperar con el Creador para que haya vida. Las mujeres que por la razón que sea no participan de esta experiencia, por lo general, suelen lamentarlo.

La maternidad espiritual va más allá, ahora el esfuerzo se prolonga más allá de nueve meses, por toda la vida. María llega hasta el pie de la Cruz. Esta maternidad es transmitir junto con la leche materna los valores que serán la fuerza para la vida, la fe en Dios, la religiosidad, el amor a la patria, la fraternidad, la amistad, el saber vivir en familia y en sociedad. De ella aprendemos el idioma a identificar nuestro entorno y conformar nuestro ser.

Los valores y las virtudes que estos valores engendran son el sostén de la cultura, la madre es la llave de la cultura desde tiempos inmemoriales. Si queremos un México que justifique su lugar en la Historia eso está más en las manos de las madres que de cualquiera otro. Por eso viene al caso preguntarnos que tanto ha afectado el relativismo a nuestra cultura cristiana, relativismo que con cada vez mayor fuerza se establece en lo que llamamos Occidente. ¿Qué será de México sin su raíz cristiana?

Entre los lemas que se pintaron durante las revueltas de 1968 en Francia se vio uno que decía “Corre, corre compañero que la historia nos alcanza”. ¿Quería decir esto que se deseaba evitar que se transmitiera a esa juventud que lo escribió los valores tradicionales de Francia, de Europa? De una Europa que nació del Cristianismo. ¿Esta actitud fue fruto de la Ilustración del siglo XVIII o de las dos guerras que atormentaron a Europa y buena parte del mundo en el siglo XX?, o ¿es la decepción de las promesas incumplidas de la modernidad? Al redactar la introducción de la que sería la Constitución de la Unión Europea se evitó hacer referencia a sus raíces cristianas, ¿ahora es una vergüenza esa raíz?

Sabemos que el Cristianismo humanizó al Imperio Romano, sabio en sus leyes, en su apropiación de la cultura helénica, ingenioso en su urbanismo e ingeniería, pero capaz de despreciar la vida humana en más de una forma. Es cierto, el Cristianismo le llegó cuando su asenso ya se había topado, sin embargo, alcanzó un nuevo esplendor cuando aprendió el valor de la persona humana que justo el Cristianismo le participó.

La madre, repito, es la llave de la cultura. Es sensato dedicar un día de los trescientos sesenta y cinco a exaltar su generosidad, igualmente es necesario respaldar ese trabajo siempre con recíproca generosidad y todos los recursos que están en nuestras manos, el primero, responsabilidad del varón ante la mujer. No podemos ocultar la existencia de un creciente número de madres solas, este número no crece tanto por las viudas como por procreaciones irresponsables en las que la generosidad de las mujeres las conduce a hacer frente a lo que fue responsabilidad de dos. Más penoso aún algunas optan por segar la vida que podrían procrear, aceptan asesinar a quien están dando vida.

En este ajuste de valores que la postmodernidad nos ha traído apareció un feminismo radical que más que exigir que los varones y la sociedad sean, seamos justamente responsables, tiene sabor de venganza, ésta por la pasión invariablemente rebasa a la justicia.

Si hay pendientes que atender trescientos sesenta y cuatro días para dar a la mujer y particularmente a la mujer madre el lugar que en el día de la celebración se exalta, pendientes para personas, para sociedad, para autoridades.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de voxfides.com

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