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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Monseñor Ramón Castro no está solo, dice Iglesia en Morelos

Comunicado del Presbiterio de la Diócesis de Cuernavaca

 

A las comunidades de la Diócesis de Cuernavaca:

 

Les escribimos como partícipes del sacerdocio y de la misión pastoral con nuestro Obispo, Monseñor Ramón Castro. Con él colaboramos en la reflexión y en la conducción de la vida de la Iglesia que peregrina en Morelos.

Reconocemos que nuestro liderazgo espiritual goza de autonomía en relación a cualquier interés político-partidista, y nos sitúa como interlocutores capaces de observar la realidad que vivimos y actuar, en consecuencia, como fruto del discernimiento de la voluntad de nuestro Dios.

Pareciera que por mucho tiempo hemos permanecido en silencio ante la realidad, por lo cual nuestras comunidades nos han reclamado sintiendo la falta de reflexión de los pastores, indispensable para crear conciencia y alimentar la visión de la vida y la mirada de fe.

Es claro que aun cuando hay silencio meditativo que lleva al discernimiento profundo, a la sabiduría y a la profundización, existe también el silencio ambiguo que no anima, sino que expone a la complicidad; en este silencio no podemos caer sin hacer daño al pueblo de Dios.

Por esto, manifestamos nuestra gratitud y nuestro inquebrantable respaldo al señor Obispo, quien nos ha enseñado el camino de cercanía al pueblo morelense y nos acompaña en el propósito de ser “Iglesia en salida”, en estos tiempos de violencia, por la falta de impartición de justicia y abandono. Con su testimonio profético ha despertado en nosotros la inquietud de corresponder, como su cuerpo eclesial, en que él es la cabeza de la Diócesis; de este modo unidos, somos formadores de conciencia individual, comunitaria, social y cristiana.

Constatamos que la violencia desatada nos ha sumergido en el cuchicheo, síntoma del temor y la desconfianza. Esta debilidad no nos compromete en la responsabilidad de palabras y de obras; por el contrario, facilita que el desorden y el sometimiento sigan rampantes.

Queremos, junto con nuestro Pastor, ser voz de tantas víctimas y sus familiares que recurren a nosotros en busca de consuelo y orientación. Bastaría con que cada sacerdote escuche con corazón sensible para percatarse de cuánto dolor existe. El clamor de las víctimas nos obliga a hablar y a salir de la indiferencia (Jer 20, 7-11).

Anhelamos estar en consonancia can este ministerio de escucha, al que el Papa Francisco nos llama, haciendo resonar la voz profética de la Escritura en Isaías 56, 9- 11: “fieras salvajes, vengan a comer; fieras todas de la selva; porque los guardianes están ciegos y no se dan cuenta de nada, son perros mudos incapaces de ladrar, vigilantes tumbados, amigos de dormir, son perros con un hambre insaciable, son pastores incapaces de comprender; cada cual va por su camino y su ganancia, sin excepción”.

Esta dolorosa, indigna e injusta realidad nos interpela, muchas veces provocando descontento por tanta corrupción y manipulación al modo más conocido de la historia del siglo pasado que se niega a desaparecer evidenciando el caos y el manejo político de intereses particulares.

Ante las reiteradas convocatorias hechas por diferentes grupos y actores sociales para movilizarse en busca de la paz y la justicia, manifestamos nuestra adhesión, con el propósito sincero do seguir promoviendo aquello que dignifique al ser humano y contribuya al bien común; recordando a los fieles do nuestras comunidades que hagan ver su derecho pleno de ser escuchados en sus legítimas demandas y de participar en la vida social y política, de acuerdo a sus convicciones.

Esperamos que estas iniciativas rompan con el silencio de miedo o de complicidad, asegurando cauces de sabiduría para enfrentar los acontecimientos y sus consecuencias.

Sería imprescindible que las autoridades federales dirigieran su atención efectiva a esta situación grave por la que atraviesa el Estado, para así eximirse de toda sospecha de complicidad.

En el caminar de pastores nos guiamos con criterios evangélicos; lo cual no es pasividad, ni espíritu timorato, ni condescendencia con la maldad, sino fruto de la unión entre justicia y la paz, según la expresión bíblica: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Sal 85,10).

La finalidad de nuestra palabra es contribuir, desde nuestro ámbito de fe y deber de pastores en la construcción de la paz, el bienestar y la sabiduría, para que el Estado de Morelos tenga conciencia ciudadana y sea el referente de toda acción y proyecto sociales o políticos, por encima de intereses egoístas.

“Y el Dios de la paz esté con todos ustedes. Amén” (Rom 15, 33). 

 

Presbiterio de la Diócesis de Cuernavaca

 

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