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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

La Iglesia camina con ustedes: Nuncio a padres de normalistas

Con el deseo de seguir acompañando a los padres de los normalistas desaparecidos en los reprobables hechos ocurridos en Iguala, Mons. Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México, Mons. Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Acapulco, Mons. Alejo Zavala Castro, Obispo de Chilpancingo-Chilapa y Mons. Dagoberto Sosa Arriaga, Obispo de Tlapa, presidieron el lunes 22 de diciembre la Santa Misa en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, para pedir a Dios por los estudiantes desaparecidos, por sus familiares y compañeros, por el eterno descanso de los difuntos, y por la justicia, la reconciliación y la paz en México.

En la homilía, el Nuncio Apostólico transmitió a todos el saludo del Papa Francisco y agradeció a los obispos de la Provincia eclesiástica de Guerrero la iniciativa de convocar a esta Misa de Navidad para compartir el dolor de los familiares y compañeros de los normalistas desaparecidos y alentar en los corazones de todos la esperanza.

“Yo sé lo que significa para un papá, para una mamá, para un abuelo, para una abuela, para un hermano, para una hermana vivir lo que ustedes viven. Y me da mucho gusto saber que la Iglesia, que es la Iglesia de ustedes, particularmente en la Arquidiócesis de Guerrero, está caminando con ustedes. Esto me parece muy importante porque lo peor cuando uno sufre es sentirse solo. Yo sé que ustedes no están abandonados ¡Estamos con ustedes! ¡También el Papa está con ustedes!”

Comentó que en su mensaje de Navidad el Arzobispo de Acapulco propone una campaña permanente de oración, así como permanecer unidos y conservar la esperanza. “La Navidad –dijo– es precisamente un tiempo de esperanza, ya que el Hijo de Dios se hace uno de nosotros para cambiar nuestra vida. Jesús viene a ayudarnos a cambiar”. En este sentido, destacó la tradición mexicana de las Posadas en las que abrimos las puertas de nuestros corazones a María y José, que nos traen al Hijo de Dios.

Recordando que en la Misa de Navidad escuchamos las palabras del profeta Isaías: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”, comentó: “ese pueblo, que caminaba en tinieblas como nosotros, ha visto una gran luz: la presencia de Dios que en el niño Jesús se hace pequeño para ser recibido por nosotros. La esperanza nos mantiene de pie. Jesús viene de parte del Padre a darnos al Espíritu Santo que nos da la capacidad de creer, la capacidad de esperar y sobre todo la capacidad de amar. En este día como representante del Papa me atrevo a decirles: no pierdan la esperanza. Crean en Dios. Crean en este niño que viene a ustedes para crecer entre ustedes, para ayudarles a vivir en comunión con él y entre ustedes. No pierdan la fe. Y sobre todo no pierdan el amor”.

“Con la fuerza del amor –señaló– podemos reconstruir nuestra vida; podemos hasta reencontrar la capacidad de reconciliarnos y de perdonar. Es difícil perdonar, lo sabemos. Pero no podemos vivir sin perdonar. Esto lo podemos hacer si aceptamos el don de Dios que Jesús, el Hijo de Dios nos ofrece y pone en nuestro corazón. Yo les prometo que durante esta Misa voy ofrecer al Señor la vida de cada uno de sus hijos. Se los vamos a presentar al Señor para que les proteja. También vamos a presentar la vida de cada uno de ustedes para que Nuestro Señor les dé el consuelo, la fuerza del amor y la capacidad de caminar adelante”.

Mons. Pierre invitó a los presentes a recitar juntos la oración compuesta por san Francisco de Asís: “Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor, donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo armonía, donde haya error, ponga yo verdad, donde haya duda, ponga yo la fe, donde haya desesperación, ponga yo esperanza, donde haya tinieblas, ponga yo la luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría. Oh, Señor, que no me empeñe tanto en ser consolado, como en consolar, en ser comprendido, como en comprender, en ser amado, como en amar; porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, muriendo se resucita a la vida. Amén”. El Nuncio Apostólico concluyó proponiendo: “Esta sea nuestra oración en este momento de dolor”.

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