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Virgen de Guadalupe

La oración a Santa María de Guadalupe que forjó a un santo

 

Una invitación y una pregunta desencadenaron las ideas que a continuación expongo.

Yo sí sé, al menos parcialmente, lo que un santo, en su oración, trató con Santa María de Guadalupe. Y algo más también sé: qué cuestiones solamente Ella las podía resolver. 

Era el año de 1970, Josemaría Escrivá de Balaguer tenía en el alma dos grandes asuntos a los que dedicaba buena parte de su trabajo, de muchos modos trató de intervenir y había pocos avances. Como siempre, conjugaba medios sobrenaturales y recursos humanos, pero la solución apremiaba. Entonces decidió ponerlo todo en manos de la Virgen de Guadalupe y vino a verla desde Roma. 

Le preocupaba el modo como algunos miembros de la Iglesia interpretaron y pusieron en práctica los estudios del Concilio Vaticano II. El otro tema era el estatuto jurídico del Opus Dei dentro de la Iglesia, le habían dicho que sus peticiones llegaban con cien años de anticipación.

Algunos modos de aplicar los estudios del Concilio Vaticano II.

Para entender la mentalidad de muchas personas del siglo XX podemos hablar de tres grandes reduccionismos: el primero consiste en pasar del teocentrismo al antropocentrismo, que arranca en el Renacimiento, se sustituye a Dios por el hombre. El segundo reduccionismo elimina la espiritualidad para quedarse solamente con lo material, por lo tanto el ser humano se concibe solamente como mera corporeidad. El tercer reduccionismo es abandonar la razón y quedarse solamente con lo sensual que acaba identificándose solamente con lo sexual, de algún modo este sería un sub reduccionismo. 

Estas posturas ideológicas entre los cristianos “de a pie” se manifestaron en una indiferencia doctrinal, se simpatizó con otras posturas incluso erróneas, de modo que ante cualquier novedad se deslumbraban y la seguían incluso combinándola con la poca doctrina que les quedaba.

A los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 2012, L´Osservatore Romano publicó un texto de Benedicto XVI, testigo presencial de esos trabajos, donde explica cómo se trabajó y cómo se recibieron las conclusiones de esos estudios, especialmente esas propuestas eran muy difíciles de captar para quienes solamente veían al ser humano como “sensibilidad sexuada”.

Benedicto advierte que no había un problema concreto pero sí un mundo de cristianos cansados, sin diseño para el mundo occidental, buscando otras fuerzas espirituales. Tenían que volver a ser fuertes para moldear el futuro. Por lo tanto se preveía dar doctrina y organizar una reforma litúrgica, renovando las relaciones de la Iglesia y el mundo civil.  

Aunque en muchos ambientes esto se llevó a cabo fielmente, en otros, se aplicó el derecho a la libertaddesmedida,  menguando la autoridad. 

Un asunto que se polarizó fue el tema de la “autonomía de la realidad”. Bien entendida quiere decir que las cosas creadas y la sociedad tienen sus propias leyes, que el ser humano ha de descubrir, emplear y aplicar. Así lo quiere Dios. 

Pero la “autonomía de la realidad” mal entendida consiste en independizar de Dios todo lo creado, así el ser humano utiliza las criaturas como quiere. El olvido de Dios lleva a una conducta absurda y a la deriva moral.

Una parte del pueblo de Dios se secularizó y hubo desbandadas dolorosas. Esto fue el gran sufrimiento que San Josemaría quería detener, por eso, acudió a Guadalupe.

El itinerario jurídico del Opus Dei.

El carisma del Opus Dei que Escrivá de Balaguer recibió de Dios se hizo vida en su vida y en la vida de quienes descubrieron que ese camino también era lo que Dios les pedía. Fue un fenómeno pastoral sin espacio jurídico dentro de la Iglesia.

Para estar en la Iglesia, el Fundador consiguió sucesivas aprobaciones, primero como una “unión piadosa”, luego la aprobó el Obispo de Madrid, en donde trabajaba. Finalmente se logró la aprobación pontificia y entonces se podía trabajar con ese espíritu en cualquier parte del mundo. Sin embargo San Josemaría siempre trabajó en donde los Ordinarios de los respectivos lugares lo permitían.

En el Código de Derecho Canónico no había ninguna estructura propia para el Opus Dei, entrar en alguna requería la modificación de aspectos del espíritu de la Obra, y eso era alterar lo que Dios le pidió al Fundador. Además San Josemaría pedía un derecho común no un derecho de privilegio.

En 1967 se diseñan en la Iglesia las “prelaturas personales” como uno de tantos resultados de los proyectos del Concilio Vaticano II. San Josemaría vio allí el sitio que buscaba, pero aún faltaban detalles que concretar. En 1970 intensifica su oración acudiendo a santuarios marianos. En enero va a Fátima. Más adelante a Torreciudad y luego a Lourdes. Hasta que en mayo llega a México para ir a Guadalupe. Ya desde su época de seminarista rezaba a la Virgen de Guadalupe pidiendo por quienes sufrieron la persecución en México.

La solución entonces era humanamente imposible, por eso acude a Santa María que es Omnipotencia Suplicante.

La oración a Santa María de Guadalupe en su Basílica de México.

San Josemaría para estas dos arduas tareas se dirige a María. Siempre dijo que con Ella todo sale antes, más y mejor.

El modo de acudir a Guadalupe fue visitándola nueve días seguidos, del 16 al 24 de mayo, le acompañaban además del beato Álvaro del Portillo y Javier Echevarria que viajaron con él, el  entonces Consiliario de México Pedro Casciaro, Alberto Pacheco y el que conducía el coche.

Rezaban las tres partes del Rosario e intercalaban súplicas a la Señora, aunque quien más intervenía era San Josemaría. El segundo día le dijo a la Señora: ya entiendo cómo quieres la Novena, será una tertulia, hoy hablo yo y los demás días hablaran los demás, pero todos le cedían la palabra al Fundador.

El séptimo día de la Novena cambió el tono, San Josemaría le dijo: gracias Madre mía ya nos has escuchado, ya todo lo tienes en tus manos, no me importa saber el cómo y el cuándo, si quieres sigo trabajando y sufriendo… gracias Madre mía.

San Josemaría vio la solución el 28 de noviembre de 1982 desde el cielo, porque murió el 26 de junio de 1975. 

Su oración a la Virgen en la Basílica no fue lo único que forjó su santidad, pero sí lo fortaleció y aumentó su confianza en Ella al captar que la Señora le escuchaba. Esa oración también dejó entrever el tono sobrenatural y el cariño  con que Josemaría la trataba. 

Estamos en el mes de la fiesta de San Josemaría -26 de junio- y nos acercamos al 50 aniversario de la novena en la Villa de Guadalupe, será del 16 al 24 de mayo de 2020.

 

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de voxfides.com

 

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