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“Quien al cónclave entra Papa, del cónclave sale cardenal”

Cumpliendo con una tradición multisecular de la Iglesia, los cardenales se encierran dentro de la Capilla Sixtina y después de que se ha pronunciado el “extra omnes” (¡todos fuera!) quedan recluidos esperando la inspiración que, venida desde lo alto, los inducirá a votar a favor de un determinado príncipe de la Iglesia.

¿Quién será el próximo Papa? ¿cuál será su nombre?

Cuestiones bizantinas, máxime si consideramos que puede haber sorpresas de última hora; no por algo en Roma es famoso aquel adagio según el cual “quien al cónclave entra Papa, del cónclave sale cardenal”.

Algo que no es nuevo en la historia de la Iglesia

Vale la pena recordar lo que ocurrió en 1903 cuando, tras la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y los “vaticanólogos” de aquella época daban como segura la elección del entonces secretario de Estado, Cardenal Rampolla.

Mas he aquí que, antes de la votación, el cardenal Pucina, príncipe-obispo de Cracovia, tomó la palabra para advertirle a los cardenales que si elegían a Rampolla se ganarían la enemistad del poderoso emperador de Austria-Hungría, Francisco José.

Los cardenales se atemorizan y es entonces cuando -de manera sorpresiva- eligen a un cardenal a quien nadie concedía posibilidades por no hablar francés; se trataba del cardenal José Sarto, Patriarca de Venecia.

Sorpresas que da el Espíritu Santo

Dentro de los planes providenciales de Dios, estaba servirse de intereses mezquinos y presiones mundanas para que llegara al solio pontificio quien habría de ser un Papa admirable y que hoy es venerado como San Pío X.

A partir de entonces, deseando evitar futuras presiones, se dispuso que los cardenales se sometieran a un riguroso aislamiento a la vez que se decretó pena de excomunión a quienes revelasen lo que ocurriese dentro del cónclave.

Así pues, no vela la pena dejarse influir por criterios mundanos propios de quienes buscan noticias sensacionalistas.

La Iglesia no es una transnacional. Es una institución de origen divino y al ser Dios quien la gobierna pueden ocurrir muchas cosas que al principio parecen inexplicables pero que, andando el tiempo, son la pieza que falta dentro del rompecabezas.

Ahora bien, quien tenga tiempo puede entretenerse intentando adivinar cual podría ser el nombre del próximo Papa.

Desde luego que, por ser avasalladora la personalidad del beato Juan Pablo II, vemos muy difícil que alguien se atreva a llamarse Juan Pablo III.

Si consideramos los nombres de los pontífices que reinaron durante los últimos dos siglos, el elegido pudiera elegir llamarse Gregorio XVII, León XIV, Pío XIII, Juan XXIV o Pablo VII.

Si nos vamos al siglo XVIII, tenemos como mas repetidos los Inocencios y los Clementes; por lo tanto podríamos tener un Inocencio XIV o un Clemente XV.

Y si retrocedemos al siglo XVII, merodean los Urbanos y los Alejandros; por lo tanto el futuro Papa podría ser Urbano IX o Alejandro IX.
Desde luego que puede darse el caso de que el nuevo Papa, deseando hacer una broma, adoptase el nombre de Sixto VI (en latín, sixtus sixtus). El último Sixto, llamado Sixto V, reinó en el siglo XVI.

Puras conjeturas y ganas de perder el tiempo ya que aquí también pueden darse sorpresas como la que dio, en 1978, Albino Luciani cuando, por vez primera en la historia, un Papa eligió un nombre compuesto: Juan Pablo I.

En fin, poco vivirá quien no lo vea y aquí lo único seguro es que el nuevo Papa volverá a ser Pedro quien, aunque no tenga la identidad física del pescador de Galilea, habrá de tener la identidad de divina autoridad.

El próximo Papa –no importa su nombre, tendrá siempre la asistencia del Espíritu Santo, razón por la cual la Iglesia no podrá estar en mejores manos.

Estemos atentos. Falta muy poco para la fumata blanca y para que un venerable cardenal se asome al balcón pronunciando la fórmula ritual: “nuntio vobis magnum gaudium: habemus Papam. Eminentisimum ac reverendísimum dominum…….

No tardaremos en saberlo.

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