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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

El camino de Benedicto XVI: la humildad

En una de nuestras reflexiones pasadas acudíamos a una de las últimas intervenciones del Papa Benedicto XVI donde se cuestionaba cómo hablar de Dios hoy en día, cómo anunciar el Evangelio en nuestro tiempo. Y se consideraba que, para hablar de Dios, se requiere tener familiaridad con Él, tratarlo en la oración.

Ahora el Papa nos indica el camino a seguir: el de la humildad que Jesús mismo vivió. Dios, al hacerse uno de nosotros, vivió la humildad en la casa de Nazaret y en la gruta de Belén, y nos mostró el gran amor de Dios.

En la medida en que seamos humildes, conoceremos mejor a Dios y a nosotros, de esa forma lo podremos mostrar fidedignamente a los demás.

Para pensar

El Papa no sólo nos ha dicho que la humildad es la manera más apropiada para mostrar a Dios, sino que él mismo la ha vivido. Estando cierto de que Dios es quien gobierna la Iglesia como pastor eterno, Benedicto XVI nos ha dejado el ejemplo de una gran humildad al saberse apartar.

Así como nuestro Señor Jesucristo en todo momento cumplió la voluntad de su Padre, aunque eso le traía enemistades, tanto que lo llevaron a ser crucificado, ahora el Papa quiso cumplir en todo la voluntad de Dios, como nos lo dejó escrito: “después de haber examinado ante Dios reiteradamente…”.

No le fue fácil, pues sabía que suscitaría muchos comentarios respecto a su persona, algunos nada agradables, como desgraciadamente lo hemos comprobado. Sin embargo, puso en primer lugar la voluntad de Dios, antes que a sí mismo.

Las personas hemos de luchar por no querer ser el centro de todo. El famoso pintor surrealista Salvador Dalí no se caracterizaba precisamente por su humildad. En una ocasión le presentaron en París a una actriz llamada Madeleine Reanud. Ella le dijo: “maestro, créame que yo le admiro mucho”. Contestó el pintor: “yo también, señora”. La actriz quiso aclarar: “¿me ha visto actuar?” A lo que Dalí respondió: “no hablo de usted, señora, sino de mí. Yo también me admiro mucho de mí”.

Pensemos si nuestros actos no están dirigidos a ser el centro de todo, en vez de buscar hacer la voluntad de Dios.

Para vivir

El Papa con su renuncia nos comunica, además, que es a Cristo a quien seguimos, que es Dios quien realmente importa, y sea quien sea el Papa, deberá siempre centrar su pontificado en poner a Cristo en el centro, no en sí mismo.

De esa manera, nos ha mostrado a Dios mismo: “para hablar de Dios, tenemos que dejarle espacio en la esperanza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejar espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la profunda convicción de que cuanto más lo pongamos en medio, y no a nosotros, nuestra comunicación será más fructífera… Tenemos que ser cada vez más anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos”.

El Papa nos afirma que mostrar a Dios será comunicar, con la palabra y la vida, al “Dios que nos ha mostrado un amor tan grande, de encarnarse, morir y resucitar por nosotros; ese Dios que nos invita a seguirlo y dejarnos transformar por su amor inmenso para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; el Dios que nos ha dado a la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la palabra y los sacramentos, renovar la entera ciudad de los hombres”.

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