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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Todos estamos llamados a ser Santos

En la antigüedad ser santo era sinónimo de ser bautizado. En la actualidad, nos han secuestrado el concepto y solamente identificamos a los santos con los que están en los altares y les prendemos veladoras. 

Pero en realidad, ser santo significa buscar hacer la voluntad de Dios en cada momento de nuestra vida y parecernos lo más posible a Jesús, tener sus sentimientos, imitar sus acciones y obedecer sus mandamientos. Ser santo no significa ser perfectos.

Por eso todos estamos llamados a ser Santos y el Papa nos ha regalado una Exhortación Apostólica llamada Gaudete et exultate nos dice que “el Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios, porque <fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino construyendo un pueblo, que le confesara la verdad y le sirviera santamente>. (Núm. 6)

No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado.”

Y luego nos dice el papa Francisco que “le gusta ver la santidad en los padres que crían con tanto amos a sus hijos, en los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos y en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad <<de la puerta de al lado>>, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”, es decir, “la clase media de la santidad”. (Núm. 7)

La santidad es el rostro más bello de la Iglesia y debe ser también de nuestra familia para que todos aquellos que nos vean digan “Miren como se aman” y podamos ser testimonios vivos de la santidad y del Amor de Dios. Por eso aquí te dejo mis 5Tips para lograr ser santos en familia. 

PRIMERO. El llamado a la santidad que el Señor hacer es para todos, pero es específicamente para ti. 

Es importante que tengamos claro que el llamado que Dios nos hace es personal, y que cada miembro de la familia tiene un llamado único, que puede ser complementario, pero en ocasiones no es así. 

Es bueno que ayudemos a nuestros hijos a tener conciencia de esto por lo que es bueno platicar con ellos y decirles que Dios los ama mucho y que les tiene un llamado único y especial y que deben estar muy atentos para descubrirlo. 

Y si hay varios hermanitos, es necesario que desde muy pequeños se den cuenta de que a cada uno, Dios les ha dado cualidades y talentos distintos porque los ha llamado a diferentes tareas particulares, pero a todos nos ha llamado a la santidad, a ser buenos y a destacar en todo lo que hacemos tanto en la vida cotidiana como en nuestra vida espiritual.

SEGUNDO. Cada uno por su camino. 

Hay ejemplos de santos, es decir, hay testimonios que nos pueden servir de guía, pero de ninguna manera son para que los tratemos de copiarlos porque eso hasta podría alejarnos del camino que Dios tiene para nosotros. 

Lo necesario es que cada uno vayamos discerniendo nuestro propio camino, lo que Dios nos va pidiendo a cada uno de manera personal, tomando en cuenta lo que Dios nos ha dado, los dones y talentos que Dios nos ha regalado para ponerlos al servicio de nuestra familia y nuestra comunidad. 

Esta es una muy buena forma de identificar cual es nuestro camino, por donde quiere Dios que vayamos y en donde quiere Dios que nos santifiquemos, tanto en la parte profesional como en el estado de vida y la parte espiritual.

Es importante que no nos desgastemos intentando imitar algo que no ha sido pensado para cada uno. (Núm. 11)

Esto lo debemos transmitir a nuestros hijos ya que es mejor que aprendan desde pequeños a discernir si vamos caminando por la senda que Dios nos llama o estamos haciendo solamente nuestra voluntad. 

TERCERO. Que nuestra actividad nos santifique.

Y es que podemos santificarnos en el día a día, en las cosas pequeñas, con los hermanos, sin buscar grandes cosas sino hacer extraordinario lo ordinario. 

Y como todos estamos llamados a ser santos, podemos santificarnos siendo estudiantes destacados, siendo hijos y hermanos destacados, siendo padres destacados, trabajadores destacados, empresarios destacados, comerciantes destacados, niños destacados y sobre todo católicos destacados. 

¿Y qué significa destacado? Es aquello que sobresale que es extraordinario, así que una persona que destaca es aquella que hace cosas extraordinarias, atrevidas, audaces, valientes, con calidad y amor. 

Y nosotros podemos educar a nuestros hijos para que tengan una cultura y mentalidad de destacados, que estén siempre dispuestos a dar el ciento por uno en cada momento de la vida y en cada ámbito en el que se van desarrollando. 

CUARTO. Cuidado con los enemigos de la santidad.

Es importante que como papás, a nivel personal y con nuestros hijos, estemos atentos para que los enemigos del alma; mundo, pecado y carne, no tengan cabida en nuestra familia y en nuestra persona. 

Y como un medio eficaz es educar a nuestros hijos en valores y virtudes ya que la familia es la primera escuela y sobre todo escuela de valores. 

Esto es un proceso y debemos tener paciencia ya que las virtudes se aprenden poco a poco y con amor. 

Se puede tratar de vivir una virtud al mes y así poco a poco seguir trabajando en la vida cotidiana para ser una familia virtuosa. 

Y QUINTO. Debemos estar dispuestos a ir contracorriente.

Es que para ser destacado, para ser santo, debemos estar acostumbrados que ir contracorriente porque el tema de la santidad ya no está de moda. 

Nuestros hijos deben estar dispuestos a llevar este estilo de vida y aprender a sobrellevar esta etiqueta con gran alegría. 

Debemos tener conciencia de que no todo lo que está de moda es bueno, ni todo lo que pocos hacen está mal. 

Es bueno educar a nuestros hijos para que tengan valentía y den testimonio en sus ambientes, sin palabras, solo con sus acciones, su alegría y el destacarse siempre, buscando hacer la Voluntad de Dios a cada momento, en lo cotidiano, haciendo extraordinario lo ordinario.

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