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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Teresa y su grano de arena

Cuando vemos el mundo tan grande, complejo y lleno de problemas, quizá nos preguntemos ¿Qué podemos hacer?

Ciertamente, parece imposible solucionar las dificultades que enfrenta la humanidad entera, pero sí podemos hacer algo concreto por los individuos que la formamos. Así lo comprendió y lo hizo la Madre Teresa de Calcuta, en cuyo honor, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció el 5 de septiembre como Día Internacional de la Beneficencia, afirmando que este valor alivia los peores efectos de las crisis humanitarias, complementa los servicios públicos de atención de la salud, la educación, la vivienda, la protección de la infancia, y mitiga el sufrimiento humano.

Nacida en 1910, en una acomodada familia albanesa, la Madre Teresa, que desde pequeña se sintió fascinada por la vida y las obras de los misioneros, ingresó a los 18 años a la congregación religiosa católica Instituto de la Bienaventurada Virgen María, en Irlanda, de donde fue enviada a Calcuta al Colegio del Convento de Loreto, del que llegó a ser directora.

Pero aunque estaba contenta con su labor, sentía gran preocupación por los pobres. Entonces, en 1946, experimentó una “llamada dentro de la llamada” cuando Dios le pidió: “Deseo religiosas indias, Misioneras de la Caridad, que sean mi fuego de amor entre los más pobres, los enfermos, los moribundos, los niños de la calle”.

A fin de responder a la invitación divina, fue a París para recibir capacitación médica básica. En 1948, regresó a Calcuta y se instaló en los barrios más pobres para atender a las necesidades de los indigentes, de los hambrientos y de los moribundos. Pronto se le unió un grupo de mujeres con las que habría de fundar las Misioneras de la Caridad (que se han extendido a los 5 continentes, contando con miles de miembros y más de 600 fundaciones en 123 países).

Además, para servir a los más pobres entre los pobres, fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad, a la rama contemplativa de las Misioneras, los Hermanos Contemplativos, los Padres Misioneros de la Caridad, los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes; personas de distintas creencias y nacionalidades con las que compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. También estableció el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi.

Tras recibir numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nobel de la Paz en 1979, la Madre Teresa fue llamada a la vida eterna el 5 de septiembre de 1997. Al proclamarla beata en 2003, Juan Pablo II destacó que ella nos enseña el valor de las cosas sencillas hechas con amor.

En un mensaje dirigido a la juventud mexicana en 1988, la Madre Teresa decía: “Unámonos, amémonos el uno al otro… De esta forma podremos sobreponernos a todo el mal que existe en el mundo… Con nuestra oración, nuestro sacrificio, podemos hacer algo… Empezando en casa”.

¡Hagámosle caso! Así como ella, pongamos nuestro grano de arena para construir un mundo mejor.

 

* Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

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