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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Signos de los tiempos

A veces se escucha hablar de los efectos perversos de algo bueno, algo así como las consecuencias indeseables de una realidad positiva (los daños que producen al estómago la ingestión de pastillas necesarias para la salud, el mal causado por la quimioterapia, pero que a la larga consigue la curación del paciente). También, frecuentemente, se producen efectos positivos gracias a una realidad negativa. Actualmente asistimos a un cúmulo de beneficios para los creyentes causados por el secularismo imperante.

En efecto, beneficios colaterales del secularismo son el diálogo interreligioso y el ecumenismo. Recientemente hemos sido testigos de dos hechos, que sin hacer mucho ruido en la opinión pública, pueden sin duda calificarse como auténticos hitos históricos. Más aún, para las personas que tenemos fe, y creemos en las profecías contenidas en las Escrituras, se trata de auténticos “signos de los tiempos”.

Me refiero al acuerdo alcanzado recientemente (el pasado 22 de septiembre) entre católicos y ortodoxos sobre el “principio del primado”, piedra miliar de la discordia entre ambos grupos religiosos (es una declaración teológica no vinculante, pero constituye sin duda un gran paso en esa dirección). A ello se une que, por primera vez en la historia, un documento firmado por 2 mil rabinos judíos reconoce que el cristianismo “es parte del plan de Dios para la humanidad”, afirmando que ambas religiones “tienen una misión común, basada en la Alianza, para perfeccionar el mundo bajo la soberanía del Todopoderoso”.

La fuerte oleada secularista, que busca anegar todo principio sobrenatural en el mundo, condenando al ostracismo a la práctica religiosa, y relegando las manifestaciones de fe a la intimidad de la conciencia, ha conseguido, como suele suceder con toda imposición, el efecto contrario.

Por eso, ahora los miembros de las diferentes religiones (en este caso, judíos, ortodoxos y católicos), en lugar de verse como antagonistas o competidores, pueden descubrirse como hermanos que padecen juntamente una injusta discriminación. En lugar de poner énfasis en las diferencias, redescubren todo lo que tienen en común y la inmensa riqueza que pueden aportar a la sociedad si están unidos.

Lo de la discriminación religiosa por parte de las autoridades laicistas de Occidente (no me refiero ahora a la sangrienta persecución islámica) no es teoría, es una triste realidad. En Gran Bretaña, por ejemplo, las escuelas confesionales judías han recibido un ultimátum para que incluyan en sus cursos a la “ideología de género”, bajo pena de cerrar.

Son las primeras en recibir presiones, pero en los planes del gobierno está obligar a todo colegio religioso a incluir esos contenidos, no importándole que al hacerlo vulnere, simultáneamente, el derecho a la libertad religiosa y el derecho que tienen los padres a elegir qué tipo de educación reciben sus hijos (dos derechos, sobra decirlo, reconocidos en La Declaración Universal de los Derechos Humanos, que viene a ser papel mojado gracias a la hábil imposición de la “ideología de género”).

Para el totalitarismo secularista, pisotear tales derechos no representa más que un simple daño colateral. Otro tanto sucede en España, Alemania, California, Massachusetts, y la lista va engrosando continuamente.

Ante tan oscuro panorama, los credos religiosos, en vez de centrarse en sus diferencias, descubren la gran riqueza de la que son custodios, lo que tienen en común, pues vienen a ser los centinelas del espíritu en un mundo secularizado y materialista. Representan una ventana a la trascendencia en medio de un mundo miope, que no es capaz de ver más allá de sí mismo, y que persigue a quienes lo intentan.

Lo de “signos de los tiempos” se refiere a una expresión usada por Jesús en el Evangelio, que ahora se refiere a la profecía de san Pablo (recogida en el carta a los Romanos), la cual habla de que los judíos aceptarán de alguna forma el mensaje de Cristo. Conversión de los judíos y unidad de los cristianos vienen a considerarse como dos señales del final de los tiempos. Sin ponernos tan dramáticos, podemos considerar estos acercamientos como una bocanada de esperanza, en este tiempo lacerado por un materialismo de cortas miras.

 

 

@voxfides

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