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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

La vigencia del Mensaje Guadalupano (Primera Parte)

Nuestro país, en varios momentos de su historia, ha sufrido por la violencia, por el caos social y, sin embargo, Ella siempre nos ha asistido. Nuestro San Juan Diego Cuauhtlatoatzin ha recibido, a nombre de todos los mexicanos, la promesa de Nuestra Señora, la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe: “¿Qué te preocupa? ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”

Los dolorosos hechos que han ocurrido en nuestro país, como enfrentamientos sociales, enfrentamientos del hombre contra el mismo hombre, nos hablan de un mensaje muy claro: el abandono en que tenemos a NUESTRO PADRE DIOS, dejando de lado la formación en valores, peor aún, la formación cristiana. Expulsamos a Dios de la vida pública y lo hemos recluido a la conciencia, a los actos de culto sólo dentro de los templos.

El martes, 9 de diciembre de 2014, Mons. Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México, dijo en la festividad de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin:

“El mensaje que Dios nos ha hecho llegar con la presencia de Santa María de Guadalupe, y por medio de san Juan Diego, debe también iluminar nuestras mentes y alentar nuestros corazones, en estos tiempos difíciles que nos toca vivir, para que la incertidumbre o la indiferencia no nos gane y aplaste…”, y llamó a los mexicanos a no esperar con los brazos cruzados a que las cosas cambien por sí solas.

Los obispos, nuestros pastores, como Conferencia del Episcopado Mexicano se han manifestado de igual forma, a través de un Comunicado, en el cual dicen: “¡Ya basta! No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos más desaparecidos. No queremos más dolor ni más vergüenza…”;  y nos piden seguir una jornada de Oración por la Paz, en donde, además, pedimos por “la conversión de todos los mexicanos, particularmente la de quienes provocan sufrimiento y muerte”.

En cada una de sus advocaciones, la Santísima Virgen María ha querido cumplir plenamente con su papel de MADRE, protegiéndonos, presentando a su HIJO JESUCRISTO como nuestro Redentor y manifestándose como nuestra INTERCESORA.

Es entonces éste un buen momento para recordar las palabras de nuestra Señora de Guadalupe, pronunciadas a Juan Diego, quien se disculpaba por no acudir por la prueba que el Obispo Zumárraga le pide, y preocupado por su enfermo tío, Juan Bernardino, Ella le dice:

“Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío, el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón, no temas esta enfermedad ni ninguna otra, ni cosa punzante y aflictiva… ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester?” Palabras que ahora, más que nunca, debemos hacer NUESTRAS.

En una entrevista que me hacían en la radio, me preguntaba el periodista si creía de verdad que la Virgen de Guadalupe puede salvar a México. Simplemente contesté con las palabras del Evangelio de San Lucas: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza…” (Lc 17, 6).

Cuando se inaugura la nueva Basílica el 12 de octubre de 1976, SS Pablo VI envía un mensaje en donde se presenta claramente nuestra responsabilidad:

“Nuestra Señora de Guadalupe ya tiene su templo material, toca a los hombres construir el templo espiritual”.

Nuestra Señora y la Iglesia nos piden construir un templo espiritual en cada uno de nosotros para conformar una nueva ciudad, una nueva civilización que en palabras de San Juan Pablo II es la Civilización del Amor.

 

* Secretario del Centro de Estudios Guadalupanos UPAEP

– Con apoyo de Gerardo Valle Flores, Presidente del CEG UPAEP

 

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