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La fe unida a la caridad: ¿Vivimos una fe sincera o cosmética?

1) Para saber

¿Nuestra vida es una vida cristiana cosmética, de apariencia, o es una vida cristiana con la fe sincera que trabaja por la caridad? El Santo Padre Francisco ha planteado esta pregunta, para que revisemos si vivimos queriendo dar la apariencia de ser buenos, sin preocuparnos por serlo en verdad.

El Papa ha hecho referencia al Evangelio del día en donde Jesús condena la hipocresía, pues la fe no necesita apariencias hipócritas, sino debe vivir en un corazón capaz de amar de forma genuina: “Jesús condena esta espiritualidad cosmética, de aparentar lo bueno, lo bello, ¡pero la verdad por dentro es otra cosa!”. Jesús condena a las personas de “buenas maneras”, pero de malas costumbres, esas costumbres que no se ven pero que se hacen a escondidas. Gente a la que le gusta pasearse en las plazas, hacerse ver rezando, ‘maquillarse’ con un poco de debilidad cuando ayunan…

2) Para pensar

Hubo un Cardenal de una ciudad de Austria llamada Retz (1641-1679) que escribió un libro en donde señalaba una serie de críticas en torno a los defectos de Luis II, Príncipe de Condé. Cuando el príncipe se enteró de ese libro que criticaba su manera de ser, no se molestó, sino que quiso leerlo inmediatamente. Lo adquirió y lo leyó con sumo interés.

Entonces, un amigo le preguntó al príncipe por qué se interesaba tanto en ese libro que hablaba mal de él. El príncipe le contestó: “Porque está escrito por un enemigo que me hace conocer mis defectos, cosa que ninguno de mis amigos ha hecho nunca”.

Efectivamente, en ocasiones, los amigos no se dicen sus defectos por un respeto mal entendido, sin pensar que podrían ayudarse a desterrarlos. Ciertamente, hay que saber decir las cosas con delicadeza y cariño, ya que es el amor lo que ha de mover a ayudar. Pues suele suceder que uno mismo no se da cuenta que tiene un defecto o que una conducta equivocada le puede traer graves consecuencias.

Si contamos con un verdadero amigo que nos diga aquellos aspectos negativos, tendremos la oportunidad de mejorar al luchar por erradicarlos. Pensemos si somos de esos amigos.

3) Para vivir

El Papa recordaba que la fe que vale es la que va acompañada de la caridad. Una fe que no se limita a recitar el Credo, una fe que se vuelve a la limosna, en el sentido más amplio de la palabra: desprenderse de la dictadura del dinero, de la idolatría del dinero, pues toda codicia nos aleja de Jesucristo.

A propósito, el Papa evocó un episodio de la vida de quien fuera el Superior de los Jesuitas, el padre Arrupe. Un día, una señora rica lo invitó en un lugar para donarle dinero para las misiones en Japón. La entrega del sobre tuvo lugar delante de periodistas y fotógrafos. El padre Arrupe contó haber sufrido una “gran humillación”, pero aceptó el dinero “por los pobres de Japón”. Cuando abrió el sobre había sólo diez dólares. Por esto, el Papa ha invitado a preguntarse si la nuestra “es una vida cristiana de cosmética, de apariencia, o una vida cristiana con la fe que trabaja en la caridad”.

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