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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

La etnografía del vino nuevo en América

Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Para ello, primero creó al ser humano, luego “por nosotros y por nuestra salvación” –del pecado y de la muerte– formó una mujer y nació de ella, tanto para hacernos participar de su vida, como para él participar de nuestra humanidad. Desde entonces, este vínculo inmutable –pues todo acto de Dios lo es– entre Dios y la humanidad comporta una renovación constante hasta el final de los tiempos.

Esta historia de creación-salvación fue también realidad para la humanidad prehispánica. Por la fe lo sabemos, pero también lo confirmamos a través de la narración de diversos autores y las numerosas evidencias de que los pobladores de estas tierras tenían una conciencia clara de la divinidad y la dependencia total a su dominio y majestad -conciencia que la tecnología ha expandido pero también ha depredado. De manera que debemos buscar las formas más adecuadas para armonizar la continuación del plan de salvación con la tecnología.

La espiritualidad y teología prehispánica nos ayudan a entender y valorar los cimientos de la obra de Dios en América. De ello sabemos gracias a un misionero franciscano, fray Bernardino de Sahagún, quien casi recién ordenado sacerdote llegó en 1529 a América junto con otros 19 franciscanos. Aprendió a la perfección el náhuatl, y su tarea principal fue la enseñanza y la investigación de la cultura y religión prehispánica.

Por los trabajos de Sahagún, conocemos atributos de Dios según la religión náhuatl: Invisible, impalpable (Yhualli-ehcatl), Dueño del cerca y del junto (Tloque Nahuaque), El que a sí mismo se inventa (Moyocoyani), Dueño del cielo, de la tierra y de la región de los muertos (Totecuyo in ilhuicahua in tlaltipaque in mictlane), Dador de la vida (Ipalnemohuani).

Esos nombres que los indígenas atribuían a diversas deidades, son los nombres que la Virgen de Guadalupe ocupó para hablar de Dios y de su identidad como Madre de Dios, como lo recoge el Nican Mopohua de Antonio Valeriano, alumno avanzado y miembro del equipo de Fray Bernardino de Sahagún.

Igualmente, gracias a los estudios etnográficos y escritos de Sahagún, podemos gozar por ejemplo de la descripción según la cultura prehispánica de la creación: “El sol, la luna, las estrellas, los cielos, el mundo, el agua inmensa, el viento. Los venados, los conejos, las aves que andan volando y los peces que viven en el agua, los árboles, las yerbas, lo que echa retoños, que está verde. El metal precioso, el jade, las plumas de quetzal, las ajorcas. Todo por nosotros lo hizo”. Es justamente el producto de un Dialogo de los primeros evangelizadores y de la cultura indígena.

Con mucha precisión y aroma de espiritualidad mestiza, Sahagún nos muestra los Misterios más importantes de la religión cristiana, la Encarnación: Por razón de nosotros hízose hombre aquí en la tierra, varón, vino a hacerse como nosotros, nosotros lo macehuales. Así, semejante vino a hacerse, tomó para sí nuestra carne de macehuales. Y la Redención: También por nosotros vino a morir. Su sangre preciosa por nosotros derramó. Con ella vino a hacernos libres. De la mano de los que son grandes hacedores de males. De los que mucho aborrecen a la gente, de los perversos y malos de corazón. De los que son nuestros enemigos, los diablos.

En efecto, en la imagen de Santa María de Guadalupe y su “venerable Palabra” (descrita en el Nican Mopohua) tenemos instrumentos de Evangelización tan eficaces cuyo fruto mestizo ha sido fuente de vida de gracia que une continuamente a Dios y la creación en nuestro Continente Americano. Sólo basta tomar conciencia, no por un momento cada año, sino como comida que nutre nuestra vida para hacerla voluntad de Dios y como bebida que alegra nuestra alma por la acción de gracias.

Que la etnografía de Sahagún y su equipo de estudiantes, nos ayude a saborear nuestra identidad de criaturas sencillas y misioneras impulsadas por la gracia santificante del vino nuevo de Cristo, que trae la paz y la alegría que tratan de robarnos las culturas alienantes y esclavizadoras de otras partes del mundo.

 

Centro de Estudios Guadalupanos de la UPAEP

 

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