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Fe y jóvenes: causas de deserción y pautas para revertir tendencia

En 2014 y 2015 la Iglesia católica centró su atención de modo prioritario en la familia. A ese ámbito dedicó nada menos que dos sínodos (uno extraordinario y otro ordinario). En continuidad con aquellos dos grandes eventos, el Papa Francisco decidió que el sínodo ordinario programado para octubre de 2018 esté dedicado a “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Como comunicó la oficina de prensa del Vaticano, el propósito del sínodo de 2018 es “acompañar a los jóvenes en su camino existencial hacia la madurez para que, mediante un proceso de discernimiento, descubran su proyecto de vida y lo realicen con alegría abriéndose al encuentro con Dios y con los seres humanos y participando activamente en la edificación de la Iglesia y de la sociedad”.

El tema resulta totalmente oportuno en vista del panorama que presenta el binomio “jóvenes-fe”.

Uno de los estudios más recientes es el informe “Dios a mi modo” (“Dios a modo mío. Giovani e Fede in Italia”) publicado por el Instituto Toniolo de la Universidad Católica de Milán y convertido en libro.

El libro presenta los resultados de una investigación basada en entrevistas realizadas a jóvenes italianos, todos ellos bautizados, sobre su experiencia de fe. En el estudio hay dos bloques de edad: un grupo de entre 19 y 21 años, edad en la que se verifica un alejamiento de la práctica religiosa y de la Iglesia, y un segundo grupo de entre 27 y 29 años, bloque de edades entre las que se aprecia un reacercamiento a la fe.

Investigaciones ofrecidas por el mismo ente promotor del informe muestran que en el año 2013 el 55.9% de los jóvenes italianos se declaraba católico. El resto se distribuía de la siguiente manera: 15.2% ateos; 7.8% agnósticos; 10% afirma creer en una entidad superior pero sin aludir a una divinidad específica. Apenas el 24.1% del total porcentual de los que se declaraban católicos va a misa cada semana. En tres años, de 2013 a 2016, el porcentaje de jóvenes que se declara católico pasa de 55.9% a 52.5%.

Una de las constataciones de la investigación, a partir de las entrevistas personales, es que los jóvenes viven una fe “problematizada”: con más reservas y lejanía que interés y adhesión. Se trata, como refiere la presentación del libro (cf. p. XI), de una generación con una nueva forma de ateísmo, no ideológico, sino existencial. Los jóvenes no se identifican con la fe de la niñez y carecen de una dimensión comunitaria de la misma. En parte, esto queda explicado, según el estudio, por la publicidad y la cultura mediática en la que están imbuidos. De ahí que no perciban a la Iglesia como un ámbito acogedor e interesante.

Otro aspecto que sale a relucir es que muchos de los que se dicen creyentes resultan más bien “católicos anónimos”. Por esta expresión se entiende una forma de profesión que no asume obligaciones ni compromisos: la práctica, los valores y las reglas son decididas por cada individuo. El factor “individualismo” es uno de los más presentes en todas las entrevistas.

En cuanto al factor “madurez en la fe”, se menciona que ésta no sigue ya un proceso lineal según la edad y desarrollo, sino que asume el modelo de una curva: momentos de fuerte socialización en la infancia, momentos de alejamiento, retorno y maduración final. También, se habla de cómo el influjo de la cultura digital les hace permanecer prisioneros del presente, si bien lo digital les abre también a la necesidad de sentido y de una Historia dentro de la cual se pueden reconocer.

Sale a relucir el hecho de que la experiencia cristiana lleva a los jóvenes a responsabilizar sus emociones al consentir transformar la percepción del otro desde la óptica de la caridad y no de los sentimientos.

Todo el estudio conduce a concluir que hoy en día hay una ineficacia tanto en la formación catequética como en la educación recibida por parte de padres católicos en el hogar. Esto queda claro, pues el estudio arroja el dato de que los jóvenes confunden la fe con la ética que la Iglesia propone. En otros casos, se hace coincidir la fe con sentimientos y emociones. Y, sin embargo, la mayoría de los entrevistados muestra una actitud positiva en relación a la experiencia de fe, lo que permite visualizar una espera de Dios.

Finalmente, el estudio revela lo fundamental que resulta la figura del sacerdote, tanto para bien (elección de seguir en la Iglesia), como para mal (decisión de abandonarla).

Este estudio italiano, el más actual y que ofrece pautas de comprensión válidas para otros países europeos, no es, sin embargo, el único.

Un investigador del Centro de Investigación Aplicada para el Apostolado de la Universidad de Georgetown (USA), Dr. Mark Gray, realizó dos estudios que aportan más causales a la deserción de los jóvenes en la Iglesia. Uno de los estudios se centró en personas entre 15 y 25 años criadas en la fe católica pero que ya no se identifican con esa fe. El otro estudio analizó a personas con 18 o más años que seguían identificándose católicos.

Los resultados muestran que en el primer grupo el promedio de edad en el que las personas abandonaron la fe fue a los 13 años. Un 63% dejó la Iglesia entre los 10 y 17 años, mientras que un significativo 23% lo hizo antes de los 10 años de edad. Apenas el 13% del total pensó regresar a la Iglesia católica alguna vez en su vida.

La causal más presente en esas deserciones fue la incompatibilidad entre fe y razón. Las personas experimentan “un deseo de tener una prueba, una evidencia de lo que estaban aprendiendo sobre religión y de Dios”, afirma el Dr. Gray. Si los niños aprenden en la Iglesia una cosa y, aparentemente, en el colegio les presentan otra no compatible, el conflicto está servido.

El estudio italiano “Dios a mi modo”, sin embargo, no se queda en meras constataciones. Habla de la necesidad de pasar en la Iglesia de un modelo que propone sólo compromisos, a un diálogo que es intercambio y acompañamiento. Y es esto quizá parte de lo que harán en el sínodo de 2018.

 

 

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