
La llave para el Cielo. “Alegraos y regocijaos” (12)
El Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz. Nos recuerda que cada persona necesitada tiene nuestra dignidad y es amada por el Padre.
El Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz. Nos recuerda que cada persona necesitada tiene nuestra dignidad y es amada por el Padre.
La palabra que la Biblia utiliza para nombrar la “santidad” es el término hebreo “qadash” que significa “estar limpio”, “sagrado”, “físicamente puro”.
¿Cómo puedo conseguir esa santidad que es felicidad?
Hoy en día algunos piensan que pueden prescindir de Dios para salvarse, piensan que porque “no matan, ni roban” ya se merecen el Cielo. Pero se olvidan que es gracias a Jesucristo que el Cielo se ha abierto para el hombre.
“No es suficiente que seas sabio, además de buen cristiano”.
El Papa nos indica que la santidad es hacer vida nuestra los diferentes aspectos de la vida de Cristo: puede implicar replicar su vida oculta o su vida comunitaria.
El árbol se sintió fuerte, seguro, y se dispuso a cumplir su misión. Al envidiar lo de los demás, olvidamos ser felices con lo que somos y tenemos.
Jesús invita a alegrarse en el caso de padecer por Él, “porque vuestra recompensa será abundante en los cielos”.
El Papa Francisco dijo, en el Angelus, que la felicidad no está en el tener algo o en el convertirse en alguien, sino que está en el Señor y vivir por amor.
No se trata de un “abaratamiento o rebaja” de la santidad, sino en profundizar en la palabras del evangelio, comprendiendo que la identificación con Cristo se da también cuando se ofrece la vida por otra persona.
Se pregunta el Papa: ¿Una persona que no es misericordiosa es perfecta? Y responde enfáticamente: ¡No! El camino a la santidad es de amor.