
La santidad es posible en nuestros días. Eduquemos a nuestros hijos para que deseen ser santos
Si nuestras obras están basadas en el Amor, seguro serán obras buenas y no tendrán cabida los malos sentimientos o pensamientos.
Si nuestras obras están basadas en el Amor, seguro serán obras buenas y no tendrán cabida los malos sentimientos o pensamientos.
Acaba de terminar el X Encuentro Mundial de las Familias con el tema: “El amor familiar: vocación y camino de santidad”.
De algo tan detestable como es el pecado, si conduce al arrepentimiento y al dolor de amor, produce frutos maravillosos de santidad.
Para ser santo hay que estar enamorado de Dios y para eso debemos estar siempre con Él, ya sea en esta vida pero principalmente en la vida eterna.
El papa Francisco canonizó al joven Nunzio Sulprizio, modelo de santidad para los jóvenes, quien es un ejemplo actual para los millennials.
La próxima canonización de Pablo VI y monseñor Romero son un reflejo de la Iglesia para proponer como modelos a pastores santos.
Cuando Jesús nos enseñó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre que nos libere del Malo, que indica un ser personal que nos acosa.
La santidad consiste fundamentalmente en amar, que es el tema de la reciente Exhortación del Papa actual.
La santidad se consigue poco a poco, día a día, con nuestra correspondencia en cada detalle a la acción del Espíritu Santo en nuestras almas.
Esta palabra quiere decir: “hablar con atrevimiento”. Implica no sólo la libertad de expresión, sino la obligación de hablar con la verdad para el bien común, incluso frente al peligro individual.
El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado.
Las humillaciones, si se aceptan, ayudan para crecer en humildad.