
Vivir según el Espíritu. “Ama y haz lo que quieres”
“Dejarse guiar” por el Espíritu implica confiar en que la gracia de Dios es más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados.
“Dejarse guiar” por el Espíritu implica confiar en que la gracia de Dios es más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados.
La familia debe ser un lugar seguro para cuidar la vocación de nuestros hijos y donde haya un ambiente adecuado a lo que cada uno de ellos va descubriendo.
El amor y la amistad son realidades que convierten en maravillosa la vida, pero ninguna de las dos es individualista y egoísta.
La paradoja de las bienaventuranzas al proponer la felicidad para los que lloran o son perseguidos se resuelve al comprender que se sufre por amor.
Jesús nos enseña en el Sermón de la Montaña, que comienza con las Bienaventuranzas, el camino para conseguir la felicidad y vivir alegres.
El adviento es el tiempo perfecto para preparar a nuestra familia y cambiar de mentalidad, para dejar de pensar en el yo y pensar más en el otro.
El cielo y el infierno es un misterio, se dice que el cielo es un lugar dónde somos felices, pero si nos separan de nuestros seres queridos ¿cómo poder serlo? Por ello el Evangelio, responde que en el cielo somos como ángeles, que no se casan ni se da el matrimonio.
El Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz. Nos recuerda que cada persona necesitada tiene nuestra dignidad y es amada por el Padre.
Jesús promete la felicidad no al que logra vengarse, sino al que perdona y lo hace “setenta veces siete”.
El Papa Francisco nos invita a vivir la Pascua y, con la ayuda de la Virgen María, que entremos de lleno en el misterio de Cristo y así dejemos que Él transforme nuestra vida.
La felicidad de los pobres de espíritu tiene dos dimensiones: 1) la sobriedad, y 2) el reconocimiento de que el mundo es bendición.
El motivo de las Bienaventuranzas es el camino hacia la felicidad. Para ser bienaventurado, se necesita ante todo convertirse, dice el Papa.