
Siempre es posible la conversión. ¿Un asesino papal?
Cada conversión es un acto concreto de amor de Dios. El Señor sólo espera nuestra libre y amorosa correspondencia para actuar en nuestros corazones.

Cada conversión es un acto concreto de amor de Dios. El Señor sólo espera nuestra libre y amorosa correspondencia para actuar en nuestros corazones.

La familia debe ser un lugar seguro para cuidar la vocación de nuestros hijos y donde haya un ambiente adecuado a lo que cada uno de ellos va descubriendo.

En 70 años de sacerdocio, Benedicto XVI ha tenido que hacer frente a dramáticas situaciones y en medio de ellas ha encontrado el camino para mantenerse fiel a Dios.

Repetimos el Padre Nuestro sin darnos cuenta lo importante que es, pues fue Jesús quien nos ha enseñado a llamarle a Dios “Padre”.

Los hijos son todo lo que le da razón de ser a nuestra vida de papás. Son todo aquello que es valioso y por lo que vale la pena vivir y gastarse cada mañana.

Un peligro de quien habla de Dios es no hablar con él. Para hablar de Dios primero hay que hablar con él.

La perfección de lo humano es lo cristiano, debido a que Jesús es perfecto hombre y perfecto Dios, modelo acabado de toda perfección humana.

En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios.

Cada momento de la vida de Jesús y cada página del Evangelio pueden ser para nosotros objeto de meditación y lugar de encuentro con el Señor.

No podemos ver a Dios con los ojos físicos, pero por todas partes advertimos su presencia y su acción.

La mayoría de la gente es “buena”, pero mucho de eso bueno se lo guarda para sí, para su familia o un pequeño círculo.

La respuesta al problema del mal, que no deja de tener algo misterioso y superior a nuestra razón, no es filosófica, sino teológica.