
Oremos en familia
Orar es dialogar con Dios con calma y sin presiones, porque orar lleva tiempo. Tiempo para hablar y tiempo para escuchar, por lo que en realidad es un diálogo entre nosotros y Dios.
Orar es dialogar con Dios con calma y sin presiones, porque orar lleva tiempo. Tiempo para hablar y tiempo para escuchar, por lo que en realidad es un diálogo entre nosotros y Dios.
La tentación diabólica hace creer que Dios no es bueno y se le echa la culpa de las guerras, las muertes de inocentes, etc.
La alegría no está en la biblioteca, encerrada, sino que hay que descubrirla en nuestro diálogo con los demás, donde compartimos la alegría que hemos recibido.
Nuestras acciones pueden ser inspiración para los que no saben por dónde seguir, es por esto que debemos tratar de actuar siempre conforme al Amor de Dios.
Si nuestras obras están basadas en el Amor, seguro serán obras buenas y no tendrán cabida los malos sentimientos o pensamientos.
La oración nos ayuda porque nos une a Dios, nos abre al encuentro con Él. La oración es la clave que abre el corazón al Señor.
La eternidad de Dios y la inmediatez de nuestro mundo dan lugar a dos lenguajes inconmensurables: nosotros y, sobre todo, la oración.
En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios.
Mientras más tiempo le dedicamos a Dios y a sus cosas, más tiempo él nos regala para hacer todo lo que tenemos planeado.
Orar es platicar con Dios, una acción que es mucho más sencilla cuando los papás enseñan a sus hijos a relacionarse con el Señor.
La Iglesia siempre ha tendido la mano al diálogo, pero quienes no tienen argumentos y odian a la Iglesia prefieren atacar con violencia.
La práctica de colocar un Nacimiento se convierte en un elocuente y mudo testigo del mensaje original de la fiesta.