Las Bienaventuranzas (y VIII). Sufrir con alegría
La paradoja de las bienaventuranzas al proponer la felicidad para los que lloran o son perseguidos se resuelve al comprender que se sufre por amor.
La paradoja de las bienaventuranzas al proponer la felicidad para los que lloran o son perseguidos se resuelve al comprender que se sufre por amor.
Si queremos ver a Dios, se requiere tener la pureza del corazón. “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.
El papa Francisco afirmó que es una gracia entender que, bien mirado, el pecado es un regalo de Dios. Cuando se entiende, viene el llanto del arrepentimiento.
Los “pobres de espíritu” son los que son y se sienten pobres en lo más profundo de su ser.
Las bienaventuranzas nacen del corazón compasivo de Jesús al encontrarse con el corazón compasivo y necesitado de compasión de quien quiere una vida bendecida, explicó el Papa.
La felicidad de los pobres de espíritu tiene dos dimensiones: 1) la sobriedad, y 2) el reconocimiento de que el mundo es bendición.
El motivo de las Bienaventuranzas es el camino hacia la felicidad. Para ser bienaventurado, se necesita ante todo convertirse, dice el Papa.
En su Audiencia de hoy, Francisco nos habla de la importancia de las Bienaventuranzas y nos invita a leer el Cap. 5 del Evangelio según San Mateo.