
Virtudes y vicios (I). Discernir las tentaciones
La tentación diabólica hace creer que Dios no es bueno y se le echa la culpa de las guerras, las muertes de inocentes, etc.
La tentación diabólica hace creer que Dios no es bueno y se le echa la culpa de las guerras, las muertes de inocentes, etc.
Debemos tener conciencia de que no todo lo que está de moda es bueno, ni todo lo que pocos hacen está mal.
La respuesta al problema del mal, que no deja de tener algo misterioso y superior a nuestra razón, no es filosófica, sino teológica.
La libertad no consiste en hacer lo que a uno le venga en gana, o lo que quiera. Consiste más en querer lo que uno hace, en amar lo que hace.
San Agustín, desde que leyó a Cicerón, a los 19 años de edad, empezó su búsqueda por la verdad. Ojalá, como Agustín, nosotros busquemos la verdad.
La verdadera alegría es fruto del amor. El amor nos lleva a alegrarnos con las alegrías de los demás, porque precisamente queremos su bien.
Continuando con su reflexión sobre las características del amor, el Papa comenta la frase de San Pablo: “el amor no busca su propio interés”.
En el primer día de su Encuentro DF 2016, dedica una charla a la vida y obra de Fray Junípero Serra, quien fundó 10 misiones en la Alta y Baja California.
Decía el escritor ruso León Tolstoi: “Sólo hay una manera de poner término al mal, y es el devolver bien por mal”.
En el Ángelus del 15 de febrero, el Papa dijo que Jesús no vino a dictar conferencias, sino a vencer el mal con la fuerza de la misericordia de Dios.