¿Queremos más sacerdotes? Oremos en familia por ellos

Estamos a punto de comenzar agosto y la Iglesia ha dedicado este mes para orar por la santificación de nuestros sacerdotes; esto me hace pensar que en verdad nuestros sacerdotes necesitan de nuestras oraciones ya que son humanos, al igual que nosotros y también tienen necesidades, angustias, enfermedades y muchas veces padecen de soledad y todo lo que esto conlleva.

También me he dado cuenta de que somos muchos y no hay más sacerdotes para atendernos, impartiendo los sacramentos, confesando, auxiliando a un enfermo de gravedad para darles la bendición, etc.

Esto se debe a la crisis vocacional que se viene dando desde hace unos años, por lo que los sacerdotes que se ordenan cada año son muy pocos y el crecimiento de las ciudades es desproporcionado.

Muchas personas nos quejamos, otras hasta nos enojamos por todo lo que esta falta de sacerdotes implica, pero ¿Qué hacemos nosotros por ellos? ¿Somos cercanos y sabemos cuáles son sus necesidades? ¿Sabemos por lo menos cómo se llama nuestro párroco?

Nosotros desde la familia podemos poner un granito de arena para tratar de que nuestros sacerdotes tengan mejores condiciones de vida y de trabajo y así nos den mejor testimonio, un testimonio de santidad. Aquí te dejo mis 5Tips para cuidar a los sacerdotes desde la familia.

PRIMERO. Conozcan a sus sacerdotes.

Esto es de vital importancia ya que muchas veces no asistimos a nuestra parroquia y por lo mismo no sabemos si solo está el párroco o si hay algún vicario, ya no digamos cuáles son sus nombres o si tienen alguna necesidad en particular, ya sea de salud, de espacio, de tiempo, etc.

Podemos ir a presentarnos y ponernos a la disposición para que el sacerdote sepa que podemos ayudarle en cualquier momento.

También podemos enseñar a nuestros hijos a ir a saludarlo cotidianamente para que aprendan a ser cercanos a los sacerdotes e interesarse por sus necesidades.

SEGUNDO. Oren en familia por su sacerdote.

Podemos empezar por adoptar espiritualmente a nuestro sacerdote, para que lo tomemos en cuenta en la oración de nuestra familia. La mejor forma de abrazar a la distancia es con la oración.

La oración es una expresión concreta del amor cristiano. Al incluir a nuestro sacerdote en las oraciones familiares, no solo le brindamos apoyo espiritual, sino que también enseñamos a nuestros hijos el valor del acompañamiento.

Podemos ofrecer un misterio del Rosario, una oración espontánea o incluso la Eucaristía por sus intenciones y necesidades. Recordemos que, como cualquier cristiano, el sacerdote necesita fuerza para enfrentar las tentaciones, las enfermedades, las tristezas y los desafíos de su ministerio.

TERCERO. Valoren su tiempo y espacio.

Los sacerdotes dedican muchas horas al servicio de la comunidad, pero también son humanos: se cansan, necesitan descansar, reflexionar y cuidar su salud física, emocional y espiritual, aunque muchas veces no lo expresan por discreción o prudenicia.

Por eso, como familia, podemos ser sensibles y no exigirles de más, evitar llamadas fuera de horario o permitir que se tomen su día de descanso sin interrupciones. Ser comprensivos cuando no pueda atendernos y dar prioridad a los más necesitados es también una muestra de nuestro cuidado por ellos.

Respetar su tiempo es una manera concreta de amarlos.

CUARTO. Acompáñenlo con pequeños detalles.

Podemos empezar por interesarnos en cómo está, cómo se siente, cómo está su salud, etc. pero sin ser invasivos o imprudentes.

Es bueno que como familia nos ganemos la confianza del sacerdote para que sepa que puede apoyarse en nosotros en los momentos difíciles, en los tiempos fuertes de la Iglesia o simplemente cuando quiera platicar o convivir.

Los gestos sencillos hacen una gran diferencia. Preparar su platillo favorito, compartir fruta de temporada, enviarle una tarjeta en su cumpleaños o aniversario sacerdotal, o respetar sus gustos y necesidades, pueden alegrarle el día.

Estos gestos lo hacen sentirse parte de una comunidad que lo valora, lo sostiene y reconoce su entrega. No se trata de “consentirlo”, sino de hacerle sentir que no está solo.

Y QUINTO. Invítenlo a compartir la vida familiar.

Siempre siendo concientes de que tiene responsabilidades y que sus tiempos son distinitos a los nuestros.

Cuando sea posible y apropiado, invítenlo a momentos sencillos como una comida o una celebración familiar. Esto le recuerda que no está solo y que su comunidad también es su familia.

No sabemos lo que está pasando interiormente el sacerdote y si nuestra llamada, nuestra invitación pueden hacer la diferencia para subir su estado de ánimo o apoyarle en las penas cotidianas.

Pero también debemos ser concientes de que no está obligado a asistir a todo lo que le invitamos, que es capaz de discernir cuando puede o no participar de la invitación que le hacemos y nosotros debemos entenderlo, comprenderlo y hacerle sentir que está bien cualquier desición que tome.

Que siempre estamos ahí para apoyarle y sostenerle en caso de ser necesario. Pero sobre todo que rezamos constantemente por su santificación. Si además aprovechamos para pedirle a Dios que nos de más sacerdotes según su Corazón, estamos también colaborando al bienestar de los sacerdotes, porque así tendrán más ayuda y tendrán mejor calidad de vida.

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