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Caminemos juntos como discípulos y misioneros
Audiencia 04 de noviembre 2015

Familia: gran gimnasio de entrenamiento para el perdón recíproco

 

Durante la audiencia general del 4 de noviembre, el Papa Francisco recordó la Asamblea del Sínodo de los Obispos, que finalizó hace poco, en la que se ha reflexionó a fondo sobre la vocación y misión de la familia en la vida de la Iglesia y de la sociedad contemporánea. Subrayando que la familia es un gran gimnasio de entrenamiento para el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede durar mucho.

 

Papa Francisco: En la oración que Él mismo nos ha enseñado –el Padre Nuestro– Jesús nos hace pedir al Padre: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Y al final comenta: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”.

 

Habló sobre el daño realizado entre unos y otros, pidiendo curar las heridas y tejer de inmediato los hilos que se han roto a causa de la fragilidad y egoísmo.

 

Papa Francisco: Y hay un secreto sencillo para sanar las heridas y para disolver las acusaciones. Y es éste: no dejar que termine el día sin pedirse perdón, sin hacer la paz entre el marido y la mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas… ¡entre nuera y suegra! Si aprendemos a pedirnos inmediatamente perdón y a darnos el perdón recíproco, sanan las heridas, el matrimonio se robustece, y la familia se transforma en una casa más sólida, que resiste a los choques de nuestras pequeñas y grandes maldades.

 

Recapitulando que el Sínodo revivió la esperanza, la capacidad de perdonar y perdonarse, porque esto forma parte de la vocación y misión de la familia. Concluyendo con la petición de oración para que las familias sean cada vez más capaces de vivir y construir caminos concretos de reconciliación.

 

Texto completo:

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

La Asamblea del Sínodo de los Obispos ha terminado hace poco y me ha entregado un texto, que aún debo meditar. Pero, entretanto, la vida continúa, sobre todo la vida de las familias.

 

Hoy quisiera centrarme en la familia como ámbito para aprender a vivir el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede ser duradero. Lo rezamos siempre en el Padre Nuestro: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia. Todos los días, de alguna u otra manera, nos hacemos daño. Pero lo que se nos pide es curar inmediatamente las heridas que nos causamos y restaurar los vínculos que se han dañado. Si esperamos demasiado, todo es más difícil. Y hay un remedio muy simple: no dejar que termine el día sin pedir disculpas, sin hacer las paces, de los padres entre sí, de los padres con los hijos, y también entre los hermanos. Y para esto no hace falta un gran discurso, basta una palmada y ya está. De esta manera, el matrimonio y la familia se hacen una casa más sólida, resistente a nuestras pequeñas y grandes fechorías.

 

El Sínodo ha visto en la capacidad de perdonar y perdonarse no sólo una manera de evitar las divisiones en familia, sino también una aportación a la sociedad, para que sea menos mala y menos cruel. Ciertamente, las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad y por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia las familias descubran de nuevo el tesoro del perdón recíproco.

 

Saludos

 

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a vivir cada vez más las experiencias del perdón y de la reconciliación. Muchas gracias.

 

 

 

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