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Cumple hoy Juan Pablo II una década en el Cielo

Karol Wojtyla, el querido Papa eslavo, el primero no italiano en casi 500 años, dejó este mundo para ir a la Casa del Padre el sábado 2 de abril de 2005. En este año se cumple una década que lleva habitando en el Cielo.

Declarado santo junto a su predecesor, San Juan XXIII, el 27 de abril de 2014, durante toda su vida y en el trance de la muerte dejó enormes lecciones para toda la humanidad.

Juan Pablo II adopta ese nombre de su antecesor Juan Pablo I, Albino Luciani, “el Papa de la Sonrisa”, quien gobernó a la Iglesia sólo durante 33 días. En aquel 1978, el año de los tres papas, electo el 16 de octubre, salió por el balcón central de la Basílica de San Pedro, señalando que venía de un “país lejano” y que por no expresarse correctamente en la lengua italiana, más tarde “me corregirán”. Consagrado a la Virgen desde la juventud, elegiría como lema: “Totus Tuus”, todo tuyo (de María).

En la homilía de la Misa de inicio solemne de su Pontificado, acuñó la frase “No tengan miedo”, de la cual nadie tendría idea de sus alcances. Sólo unos cuantos meses después viajó fuera de Italia y de Europa a un país con el que el Estado Vaticano no tenía relaciones diplomáticas: México, con lo que iniciaría un recorrido por todo el mundo y le abriría las puertas de su propio país, cuyo gobierno era socialista.

Las acciones de Juan Pablo II y sus frutos son innumerables, como las Jornadas Mundiales de la Juventud o los Encuentros Mundiales de las Familias, sus más de cien viajes y sus 26 años de pontificado, sus múltiples documentos, algunos en trilogía como Redeptor Hominis, Dives in Misericodiae, y Dominum et Vivificantem, que hablan de las personas de la Trinidad o las de temas de doctrina social, como Laborem Excersens, Sollicitudo Rei Socialis o Centesimus Annus. Así como la celebración del Año Santo Extraordinario de la Redención en 1983, un año Mariano entre 1987 y 1988, y el Santo Jubileo del año 2000.

No obstante el trabajo que empeñó por la Iglesia y el mundo, su sufrimiento en unión con Jesús por sus ovejas fue mayúsculo y agradable a los ojos de Dios. Quien era conocido como “el atleta de Dios”, quien acampaba con los jóvenes y celebraba la Misa en el campo, sufrió un atentado el 13 de mayo de 1981, que dejó secuelas graves en su físico, ya que le fue extirpada una sección de su intestino. Otras situaciones también lo probaron, como una caída en 1994, año de la familia, en la que se fracturó el fémur y que le hizo comprender que como la familia estaba en peligro él también debía estarlo, así como la aceptación de que debía ya de usar un bastón para desplazarse.

Su ritmo de trabajo continuaba aunque las fuerzas menguaran. Por ejemplo, en 1998, teniendo cierto inconveniente físico, sus médicos le sugirieron que no viajara a Cuba, lo que rechazó categóricamente. No obstante, en la recta final de su vida tuvo que cancelar una visita a Mongolia y clausurar el Congreso Eucarístico Internacional de 2004, con sede en Guadalajara, desde el Vaticano. Su último viaje internacional fue al Santuario de Lourdes en Francia y dentro de Italia a Loreto.

Quien todavía como Papa gustaba de esquiar visitó Nápoles tras un grave sismo. En sus últimos meses debía de luchar contra el mal de Parkinson y es movilizado en silla de ruedas o poco antes en una pedana. Pero fue en los días del mes de febrero de 2005 cuando contrae un enfermedad de las vías respiratorias, que lo lleva varias veces al Policlínico Gemelli, y sus colaboradores piden a los fieles que recen por el Santo Padre. A finales de ese mes le es practicada una intervención quirúrgica.

El Viernes Santo de aquel año siguió el Via Crucis desde su capilla privada y abrazaba la cruz, en el sentido más literal de la palabra. El Domingo de Resurrección salió a la ventana de su habitación, pero ya no pudo pronunciar la bendición, su instrumento más útil, la voz, le dejaba. Despojado de todo como Jesús o San Francisco, continúa en su entrega como una ofrenda al Dios, mientras los fieles de todo el mundo se congregaban en y en torno a la Plaza de San Pedro a rezar por él y a acompañarlo.

Estos largos días dejaban en claro que su legado sería también el “Evangelio del sufrimiento”. Ahora el Papa Francisco nos recuerda constantemente la importancia de la cruz. El ahora Papa Emérito dijo de su predecesor: “Su agonía y su muerte constituyeron casi una prolongación del Triduo pascual”.

El 2 de abril, sábado, día dedicado a la Virgen, primero de mes, día dedicado a especialmente al Inmaculado Corazón de María, víspera de la Fiesta de la Divina Misericordia, devoción que él estudió y habilitó, a las 21:37 horas, el Totus Tuus tuvo su confirmación eterna, partió a la casa del Padre para bendecirnos desde allá y estar con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”.

“No importa tu condición existencial actual, Dios te ama”. – Juan Pablo II.

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