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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

¿Sabes quién es Santa Claus?

Seguro lo conoces como el hombre regordete de barba blanca que ríe y reparte juguetes a los niños en víspera de Navidad. Pues ese hombre fue Obispo en Turquía, querido por muchos y muy venerado en Rusia, Grecia y en más de mil parroquias de Europa. Se llamaba Nicolás, hijo de una rica familia cristiana, quien, con el dinero que heredó, ayudó a muchas personas.

Un día conoció al padre de tres chicas, un hombre que, movido por la pobreza, obligaba a estas pequeñas a hacer trabajos detestables. Esa noche, Nicolás arrojó varias monedas de oro por la chimenea de la casa para que las niñas no tuvieran que sacrificarse. Así lo hizo San Nicolás en secreto muchos días hasta que no hubo más necesidad en ese hogar.

En otra ocasión, tres niños que jugaban en un árbol muy alto cayeron y murieron al instante. Él los resucitó ante la vista de todos. Así también lo hizo con unos niños cruelmente acuchillados por un desquiciado: el santo oró y los niños sanos le abrazaron con todo cariño. De esta manera se hizo un hombre entrañable y querido para todos los pequeños de la región, a quienes cargaba y hacía reír.

Decidió servir a Dios y fue ordenado sacerdote pudiendo visitar Tierra Santa; en la ciudad de Mira, Turquía, había muerto el obispo y los sacerdotes del templo no podían decidir quién lo reemplazaría; acordaron entonces que fuera el próximo sacerdote que ingresara al recinto, y ese fue el padre Nicolás, quien se convirtió en obispo del lugar. 

Siguió haciendo el bien, incluso cuando fue encarcelado por los perseguidores de Cristo, quienes quemaron su barba como castigo. Fue liberado y continuó ayudando a marineros, apareciéndoseles en las tormentas, calmando al mar. A los condenados a muerte les ayudaba presentándose ante sus jueces e intercediendo por ellos. Sus restos están en la ciudad de Bari en Italia.

En Alemania le llaman “San Nikolaus”, o “Saint Claus” en Francia; pero en Estados Unidos cambiaron sus ropas de Obispo por un ropón rojo y lo alejaron de los signos de Cristo, a quien él tanto amó. El próximo 6 de diciembre, en que se celebra su fiesta, hagamos esta oración: “San Nicolás, protégenos de toda tempestad y maldad. Abríganos en tu caridad y ayúdanos en la necesidad”.

 

 

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