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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Recuerda Cardenal Rivera aniversario de visita del Papa

Al conmemorarse el primer aniversario de la visita del Papa Francisco a México, el Cardenal Norberto Rivera recordó que hace un año, el Santo Padre estuvo en la Catedral Metropolitana donde convivió con la Conferencia del Episcopado. El Cardenal Rivera Carrera rezó por el Santo Padre.

Luego, durante la homilía, habló del Juico Final y dijo que “antes de lo que pensamos, tendremos un juicio, del cual dependerá nuestra morada, la vida eterna, nuestra casa definitiva. Este juicio no nos puede tomar desprevenidos ya que Jesús nos ha dicho con toda precisión de qué seremos juzgados al final de nuestros días, Cristo mismo nos acompaña y nos pide que nos pongamos de acuerdo con él, mientras vamos por el camino; Jesús se nos presenta, no como el adversario, sino como nuestro abogado, nuestro único abogado ante el Padre, para que tengamos un juicio y una sentencia favorables.”

Señaló que la Cuaresma que está próxima, es tiempo adecuado para hacer “un alto en nuestro camino y reflexionemos sobre el juicio que ciertamente nos espera al final de nuestros días, no metamos la cabeza en la arena, como hace el avestruz, pensando que así el juicio no nos llegará. Practiquemos y multipliquemos las obras que sabemos son aceptables y agradables ante el tribunal divino”, dijo.

“Todos nosotros somos navegantes, somos caminantes que buscamos la felicidad como destino, no perdamos el rumbo, no nos llenemos de soberbia pensando que por nuestra fuerza y por nuestras habilidades podemos llegar a nuestro destino. Reconozcamos que somos frágiles y débiles conscientes de que cualquier tempestad nos puede hundir. Acudamos a Cristo Jesús, que es el poder de Dios. Subamos a su barca, que es la Iglesia, y así llegaremos a puerto seguro, sanos y salvos”.

“Si en nuestra vida ya cometimos y estamos en pecado, si ya hicimos lo que a Él desagrada, si practicamos lo que Él condena… No hay otro camino, “para ponerse de acuerdo”, sino decir con el Rey David: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa”. Se trata de reconocer el propio pecado, arrepentirse y confesarlo a Dios a través de la Iglesia, a quien confió el poder de atar y desatar. La Confesión Sacramental es el medio ordinario para “ponerse de acuerdo” y reconciliarse con Dios y con los hermanos”, concluyó.

 

 

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