huellas
Caminemos juntos como discípulos y misioneros

El adolescente Juan (1)

Te presentamos ahora, amigo(a) lector(a) otro fabuloso libro del Padre Carlos Chávez Shelly: “El adolescente Juan”, dirigido –como él mismo lo dice– a los jóvenes, quienes pueden ver en Juan evangelista, el adolescente, una vida testimonial que les puede ser enriquecedora. (Parte 1)

Este es un escrito para adolescentes.

Un escrito que narra la vida del adolescente Juan. Uno de los primeros seguidores de Cristo. Una vida que se prolongó por muchísimo años. Yo la interrumpo a los 18 años, cuando Juan es todavía un adolescente. Inicio cuando comenzó a seguirlo a los 15. La interrumpo a los 18 con la Resurrección del Señor.

A los 15 se convierte en uno de los 12 apóstoles (enviado por Cristo a evangelizar) y su principal biógrafo es precisamente el mismo Juan a través de su Evangelio. Posteriormente escribiría algunas cartas muy interesantes a los primeros cristianos que empezaron a proliferar. Y escribió en su ancianidad el enigmático y atrayente Apocalipsis.

Los cristianos hemos de tener afán de conocer la vida de los primeros que acompañaron a Jesús. No sólo para conocerlos, sino para imitarlos. Juan es un testigo creíble, muy creíble.

Por eso escribo para adolescentes de 15 a 18 años. Juan nos puede enseñar mucho, mucho. Ojalá aprendas.

“¿Recordáis a San Juan?: <a vosotros escribo, jóvenes, porque sois valientes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y vencisteis al maligno>. Dios nos urge para la juventud eterna de la Iglesia y de la humanidad entera. ¡Podéis transformar en divino todo lo humano como el Rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba” (San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios) n.221.

Utilizaré exclusivamente como bibliografía algunos escritos de San Josemaría Escrivá de Balaguer, por útiles –son hermosos– y por cariño a quien tanto debo.

Quiere ser este escrito un granito de arena que contribuya a la nueva evangelización.

1. ¿QUIEN ERA JUAN?

Juan fue un judío de hace unos 2,000 años. Nació en Betsaida, pequeño pueblo pesquero de Galilea, en Palestina. Era pescador, pero algo más.

Su madre fue Salomé, muy probablemente hermana de la Santísima Virgen María. Tenía un hermano llamado Santiago. Eran pues primos hermanos de Jesús.

Su padre se llamaba Zebedeo. Era pescador, pero no un simple pescador, sino un patrón de pesca. Tenía una empresa pesquera, con muchas barcas y muchos pescadores empleados. Incluso, puede decirse que había creado una pequeña empresa para salar, ahumar, almacenar y vender pescado.

Hay que abandonar, pues, la idea de que Juan era un pobre pequeño pescador, un hombre de manos encallecidas, pues sólo habría hecho manejar los remos y remendar las redes. También hay que olvidar la idea de que era un muchacho sin instrucción, totalmente absorbido por las tarea materiales de un oficio, que era el de su padre y que, verosímilmente, iba a ser suyo. Hay quienes aseguran que era de la casta sacerdotal, que podría llegar a Sumo Sacerdote, lo más alto entre los judíos. Aprendió a los pies de un maestro la Ley de Moisés y los Profetas. Era un poco fresa, pero no un “ni-ni”.

Su maestro era nada menos de Juan El Bautista, otro primo de Jesús. Juan estaría en la adolescencia. Lo imaginamos fácilmente como un hombre joven alto con buen desarrollo muscular por su rudo oficio de pescador: posee sólido bíceps y pantorrillas de acero. Bajo los bucles de sus cabellos negros, dos grandes ojos luminosos centellean de inteligencia; su rostro curtido por el sol ha conservado esa candidez que algunos muchachos no pierden hasta muy tarde, cuando las pruebas de la vida han grabado en ellos las primeras arrugas. Todos los pintores lo han representado así, sin haberlo visto nunca. Pero nada impide, sino todo lo contrario, darles razón.

¿Es guapo este joven judío de Galilea? Tenía entonces 15 años. Todo supone que sí. Tendría un buen grupo de niñas que le rondaba: Ruth, Noemí, Sara, Raquel… Indiscutiblemente era un buen partido. Y a él también le atraería una que otra. Las bodas en esa época eran a temprana edad (María se casó con José precisamente a los 15 años).

Pero más que al incierto retrato físico de Juan, a lo que hay que prestar atención es a su retrato moral. De sus escritos, tres rasgos parecen bien señalados:

1. Es un espíritu sediento de conocimientos.

2. Es un corazón de viva sensibilidad.

3. Es un alma que busca lo absoluto: ¿Cómo no se iba a sentir fascinado por El Bautista, ése predicador de ardiente fuego interior?

El Bautista le presenta un día, a él y a Andrés –hermano de Pedro, que también será apóstol–, a su primo Jesús:

El joven Juan ve llegar a alguien a quien no había visto pocas veces: un hombre de buena presencia, que aparenta unos 30 años. Pero no es el aspecto exterior lo que de momento le llama la atención, sino las palabras del Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

¡¡¡Chispas!!!

Para un judío instruido y piadoso como Juan, el “Cordero que quita el pecado el mundo” es nada menos que el Mesías, el Salvador: lo dice el libro del Levítico, lo dice el Éxodo, lo dicen los profetas Isaías y Jeremías. Después Juan lo dirá varias veces en el Apocalipsis. Con una intuición aguda, Juan lo comprende de inmediato. Ya no será más discípulo del Bautista, se va detrás de Jesús como un Ferrari.

San Josemaría lo expresa con gran sencillez, utilizando palabras del mismo Juan:

“Juan vuelca en su Evangelio la experiencia de toda una vida, narra aquella primera conversación con el encanto de lo que nunca se olvida. <Maestro, ¿dónde habitas?> <Díceles Jesús: Venid y lo veréis>. Fueron, pues, y vieron donde habitaba, y se quedaron con Él aquel día”. (Es Cristo que pasa, n. 108).

¡¡¡Y se quedaron toda la vida!!!

@yoinfluyo

comentarios@yoinfluyo.com

Artículos Relacionados