
La llave para el Cielo. “Alegraos y regocijaos” (12)
El Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz. Nos recuerda que cada persona necesitada tiene nuestra dignidad y es amada por el Padre.
El Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz. Nos recuerda que cada persona necesitada tiene nuestra dignidad y es amada por el Padre.
Tanto la medicina como el derecho han perdido su legítima autonomía.
Cuando se padece por alguien, cobra mucho valor y muestra de forma patente el amor que se tiene.
Jesús pedía a sus discípulos que cuando llegaran a un hogar dijeran “Paz a esta casa”. Y nos exhorta a buscar la paz. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
El padre es necesario para que sepamos armonizar ambos valores: libertad y verdad, y la autoridad unida al cariño imprescindible para hacernos amable, atractiva y asequible la virtud, como ejercicio pleno de nuestra libertad.
La palabra que la Biblia utiliza para nombrar la “santidad” es el término hebreo “qadash” que significa “estar limpio”, “sagrado”, “físicamente puro”.
Esperemos el desenvolvimiento pacífico del Mundial y en cualquier caso, la alegría y la unidad no pueden sino ser gratas a Dios.
Jesús promete la felicidad no al que logra vengarse, sino al que perdona y lo hace “setenta veces siete”.
La renuncia de los obispos es un paso en esta dirección, conduce a asumir todas las consecuencias de la verdad.
¿Cómo puedo conseguir esa santidad que es felicidad?