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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Lección del Papa Francisco ante la Virgen de Guadalupe

En las semanas anteriores hemos comentado las diversas referencias a la Virgen de Guadalupe que hizo el Papa Francisco cuando vino a México. Pero es en la Basílica de Guadalupe donde, además de hablarnos del mensaje Guadalupano, nos da una lección de la actitud que debemos tener, no sólo ante el mensaje Guadalupano, sino ante el mensaje Cristiano, que no se debe restringir a un conjunto de conocimientos o de ideas, sino debe proyectarse a una forma de ser y de vivir.

El Papa en la Basílica de Guadalupe centra sus palabras en el mensaje de misericordia que le da Santa María de Guadalupe a Juan Diego aquel 12 de diciembre de 1531 en la madrugada, cuando Juan Diego va de prisa en busca de un sacerdote que auxilie a su tío que está muy enfermo, quien, para evitar encontrarse con la “Señora del Cielo”, por no entretenerse, al caminar del noroeste hacia el sur, decide rodear el Cerro del Tepeyac por el norte y el oriente. Ahí, Ella sale a su encuentro, y Juan Diego le confiesa que “está muy grave un servidor tuyo”.

Es entonces cuando le dice las palabras más conocidas del Nican Mopohua, son las palabras de la Virgen de Guadalupe manifestándose como su madre y protectora: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi regazo? ¿Qué más has de menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro de que ya sanó”. Esta frase, es del documento llamado Nican Mopohua, escrito en náhuatl, del cual se han hecho varias traducciones. Ésta traducción es de Primo Feliciano Velázquez.

Sin embargo, el Papa toma una de las últimas traducciones donde se enfatiza la dignidad, el valor, o la importancia que la Señora del Cielo le reconoce a los naturales en la persona de Juan Diego, al decir: «¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» Cuando antes, Juan Diego, se ha descrito como algo pequeño, poco importante, ahora Ella, la Señora del Cielo, dice tener el honor de ser su madre. Entonces el natural no es poca cosa, no es pequeño, tiene un gran valor a los ojos de la Señora, que también se ha dicho madre de Dios. Evidentemente es un mensaje de revaloración, de dignificación al natural, al indio, al mexicano.

Su Santidad Francisco, después de recordarnos las palabras de Santa María de Guadalupe, nos pide pasar a la acción con nuestro prójimo en nuestro medio concreto, en nuestro vecindario, en nuestra comunidad, en nuestra parroquia; y ahí, como Juan Diego, ser mensajeros mediante las obras de misericordia, que es la forma que nos debe distinguir a los que nos decimos cristianos. Es manifestar con los actos, con nuestro estilo de vida, que somos cristianos, y que en la práctica se concretan “dando de comer al hambriento, de beber al sediento, dar lugar al necesitado, vestir al desnudo y visitar al enfermo. Socorrer al que está preso, perdonar al que te lastimó, consolar al que esta triste, tener paciencia con los demás y, especialmente, pedir y rogar a nuestro Dios” (SS Francisco, 2016. Mensaje 13 de febrero de 216 en la Basílica de Guadalupe).

Al final de su mensaje nos vuelve a recordar las palabras de Santa María de Guadalupe nos insiste que Ella es nuestra madre, que somos importantes, que somos sus mensajeros, que Ella nos acompaña; pero también nos envía a construir su santuario, pidiendo ayuda para levantar la vida de sus hijos, nuestros hermanos.

Este es un mensaje que el Papa, como cabeza y guía de la Iglesia, nos ha dicho con mucha frecuencia y nos sigue diciendo y pidiendo: no ser indiferentes ante las necesidades y ante el dolor de nuestros hermanos. Nos pide, de nuevo, construir ese templo espiritual, esa nueva sociedad basada en el amor. Esta idea, como lo veremos en el siguiente artículo, la vuelve a manifestar, con otras palabras, ante los jóvenes, ante los hombres de empresa y en los diferentes lugares donde pudo darnos su mensaje.

Por último, el Papa, nos da ejemplo de Fe y espiritualidad al entrar en el “camerino” de la Virgen de Guadalupe (pequeño cuarto donde se puede observar de cerca a la Virgen), y a solas con ella permanecer en oración, o como él dijo, dejándose mirar por Ella con la confianza de un hijo con su madre y de un hijo muy especial, un hijo que tiene una gran responsabilidad, que carga con el gran peso de conducir a la Iglesia, que somos todos los católicos, hacia Dios, sin olvidarnos que estamos en el mundo sin ser del mundo, y estando en el mundo tenemos una responsabilidad con el mundo, donde están incluidos, en primer lugar, nuestros hermanos.

En ocasiones, los cristianos hablamos de la gloria, el cielo o la salvación como nuestro fin, sin pensar en el camino, que pasa por la práctica de las obras de misericordia, que en este año en particular nos propone su Santidad.

Que las palabras del Papa Francisco encuentren eco en nuestras personas y que este México de mayoría católica se distinga por su vivencia de la misericordia.

 

 

@voxfides

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