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Ideología y religión

¿En qué se diferencia la ideología de la religión? Preguntó cierta persona durante una conferencia. ¿Por qué la ideología tiene un cariz peyorativo, mientras que la religión no?, ¿puede una religión ser ideología? La verdad es que las preguntas en su propia formulación definían bastante bien lo que es una ideología: una religión inconfesada; un discurso racional que copia las formas y los esquemas religiosos subrepticiamente, sin reconocerlo, encerrando por ello cierta incitación al engaño. Tanto la ideología como la religión tienen dogmas, la diferencia es que la religión es franca y los reconoce, mientras que la ideología los oculta. Por eso, puede definirse como una forma secularizada de la religión, que muchas veces quiere ocupar su lugar, ofreciendo una esperanza sucedánea de la religión, y por ello mismo, una esperanza falaz, habitualmente intramundana.

La religión tiene dogmas, y su razonamiento, la teología, parte de ellos. Los dogmas se aceptan por fe. Uno tiene fe, por ejemplo, en que Jesucristo es Dios y Hombre. No lo puede demostrar, sencillamente lo cree, siendo ese el punto de partida del discurso teológico, el cual muestra cómo no es absurdo, cómo es congruente, conveniente, cuáles consecuencias se desprenden de ese hecho, cómo afecta a nuestra vida, a nuestra cultura, etcétera.

La ideología por su parte también tiene dogmas, pero no es honesta, no los reconoce, y se muestra cómo un discurso puramente racional, como pensamiento puro, sin postulados de partida, como una aproximación exclusivamente filosófica a la realidad. Esta falta de honestidad intelectual revela una ausencia grave, el carecer de un auténtico amor a la verdad. La ideología no es humilde, no busca la verdad, quiere en cambio manipular la realidad para que se acomode a sus esquemas preestablecidos, a sus postulados. Por eso hace violencia a la realidad: si la realidad no coincide con ella, peor para ella, se la presenta del modo adecuado para coincida, en lugar de reformular el propio punto de partida, como exigiría una auténtica búsqueda de la verdad.

Algunos ejemplos de dogmas no reconocidos que sirven como punto de partida de las diversas ideologías, postulados en los que en realidad creen sin admitirlo:

Ilustración: Parte de la confianza ciega en que únicamente el progreso del hombre y la capacidad de su razón le proporcionarán la felicidad. La razón progresa siempre linealmente y excluye por principio todo elemento externo de corte sobrenatural, por no necesitarlo. Sólo la razón humana basta para construir el paraíso aquí en la Tierra.

Cientificismo: Únicamente la ciencia proporciona un conocimiento válido y adecuado de la realidad. La única racionalidad reconocida es la científica, todo conocimiento que no sea ciencia carece de valor, no es auténtico conocimiento, sino un engaño.

Positivismo: Emparentado con el anterior extremo, sólo reconoce como auténticos y verdaderos los conocimientos adquiridos a través de la experimentación, los cuales deben ser verificables empíricamente. Paradójicamente, este último postulado no es verificable.

Evolucionismo: Toma un determinado aspecto de la ciencia, en este caso la evolución biológica, y la convierte en metafísica, es decir, en la ciencia última de la realidad. Se extrapolan las consecuencias legítimas de la evolución y se extienden abusivamente a todos los ámbitos de la realidad: la ética, la religión, el arte, serían también resultado del proceso evolutivo y se explicarían únicamente por evolución.

Es propio de la ideología pretender ser la explicación última de la realidad y extender las consecuencias de un determinado saber más allá de su ámbito propio. Es lo que Aristóteles llama “apaideusía”, es decir, falta de educación, por ignorar los límites inherentes al propio campo de conocimiento. Este deseo de ser la explicación última de la realidad revela su emulación del fenómeno religioso, cuyas explicaciones últimas de la realidad obtiene por revelación divina.

 

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