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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Equívoco, creer que resurrección es continuación de esta vida

¡Qué alegría celebrar con Ustedes la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen María! Tanto Oriente como Occidente celebran hoy la entrega que de sí misma hizo la Santísima Virgen al Señor, en el umbral de su vida adulta. Todos los cristianos podemos encontrar en María Santísima, “la llena de gracia”, el modelo de una vida dedicada a hacer la voluntad de Dios.

Por otro lado, no podemos olvidar que estamos a punto de terminar el Año Litúrgico. Es tiempo de síntesis, de reflexionar cómo participamos del Misterio del Dios con Nosotros, de su Pasión, Muerte y Resurrección. Mañana, Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es buen día para hacer un ejercicio de discernimiento sobre nuestra fidelidad y entrega. Los invito a hacer seriamente este ejercicio para recibir el próximo Adviento con gozo y renovado espíritu.

Antes de empezar con la reflexión evangélica, quisiera decirles que me alegra mucho volver a estar entre Ustedes. Valoro este movimiento, esta Confederación de Uniones de Empresarios de México. Estoy convencido que la Nueva Evangelización tiene que pasar por muchos esfuerzos de este tipo: cercanos al mundo, corresponsables de la situación económica, política y social, pero sobre todo oferentes del Pensamiento Social de la Iglesia, de igual a igual, es decir de empresario a empresario. Les pido, también, que sean generosos ante los próximos sucesos que tendremos en nuestro país. La visita del Santo Padre Francisco es un gran don, es una oportunidad para avivar nuestro servicio en esta Nación Mexicana, en esta humanidad que está en un Cambio de Época.

Abordemos el Evangelio. Nos encontramos ya en Jerusalén, después de la entrada mesiánica del domingo de Ramos, y por tanto en los últimos días antes de la Pasión. Estos días se caracterizan por la creciente hostilidad que se va concentrando contra Jesús. El evangelista acumula narraciones de controversias con todas las tendencias presentes en la sociedad judía. Nuestro texto es una controversia con los saduceos a propósito de la resurrección, paralela en Mateo (22, 23-33) y Marcos (12, 18-27).

Los saduceos formaban el partido de la aristocracia sacerdotal y laical. Eran absolutamente conservadores. En política toleraban el dominio romano en Palestina; en aspectos teológicos aceptaban tan sólo los cinco libros del Pentateuco (la Ley) como base del judaísmo. Negaban la resurrección con el argumento de que los cinco libros de la Ley no hablan de ella. El objeto de la pregunta que hacen a Jesús es demostrar lo absurdo de creer en la resurrección. No olvidemos que en la discusión estaban presentes también los fariseos, quienes sí la admitían (cf. Hech 23, 8).

Jesús responde al “caso” propuesto. La respuesta de Jesús no se apoya en la tradición popular, sino en la experiencia más profunda de la fe. Y es que, creer en un Dios de vivos supone creer en una forma permanente de vida con él, hasta la resurrección. Jesús hace polvo el ejemplo absurdo propuesto por los saduceos, con los mismos textos evangélicos, en los que creían tanto saduceos como fariseos, corrigiendo, iluminando y aclarando el misterio de la fe.

Jesús no busca textos que hablen de la resurrección, prestándose de ese modo a las discusiones con los saduceos y reduciendo de todas formas la resurrección a una cuestión de interpretación. Cita el capítulo 3 del Éxodo, que es un texto sobre Dios. Aquí está precisamente la originalidad de Jesús; apela al punto central de la Escritura, esto es, a la revelación del Dios vivo y lleva la discusión al amor de Dios y a su fidelidad: si Dios ama al hombre, no puede dejarlo abandonado en poder de la muerte.

Hasta aquí la respuesta de Jesús se dirige contra los saduceos, que juzgaban a la resurrección como una superstición popular, extraña a las Escrituras. Pero la respuesta de Jesús va también contra los fariseos, que concebían la resurrección en términos supersticiosos, materiales, que se prestaban de este modo a la ironía de los espíritus más liberales, ironía de la que nuestro texto nos ofrece un ejemplo palpable: una mujer tuvo siete maridos, ¿de cuál de ellos será esposa cuando la resurrección? Cristo responde: la vida de los muertos no entra dentro de los esquemas de este mundo presente; es una vida distinta, porque es divina y eterna; podría compararse con la de los ángeles.

Pero quedémonos con las enseñanzas. Las puntualizo. La primera es que la resurrección es un don, no algo mecánico o que se derive sin más de una vida moral más o menos recta. Dios es el que resucita (cf. Lc 21, 36). En segundo lugar, se reconoce implícitamente que, por el don misericordioso de Dios, también los pecadores resucitan (cf. Lc 14, 14; Hech 24, 15), cosa incomprensible para la corriente puritana de la espiritualidad del judaísmo tardío. Es un antropomorfismo muy equívoco el representarse la resurrección como una especie de continuación de esta vida. Ante algo tan esencialmente incomprensible para el hombre hay que manejar categorías de fe. Cuando se trata de Dios es preciso estar abierto a lo maravilloso y a lo imprevisto.

Resucitar es hacer de la alabanza la médula de una forma de vida (cf. Mt 18,10). Resucitar es ser injertados en la realidad de lo divino. Puesto que nuestra experiencia en este campo es nula, nuestra expresión de ella es pobre. Pero por eso mismo la nueva realidad impide una absolutización de la historia.

Queridos empresarios:

¡Tenemos que vivir cada vez más profundamente nuestra vida espiritual! ¡Tenemos que responder, experimentar, conocer y renovar constantemente nuestra relación cotidiana con Jesucristo! Es mucho lo que nos da el Señor Jesús, y mucho lo que nos pide en ese recambio de gracia, de misericordia, de perdón, de sabiduría.

La empresa más importante de su vida, es la conformación sólida de su persona, de su familia, de su sociedad. Los bienes que hay que perseguir principalmente, son los bienes de la solidaridad, de la generosidad, del servicio, de la entrega, como lo manifiesta esta Cruz que nos preside: hasta el final.

Vivimos en un tiempo de gracia, en un Cambio de Época, en donde la misma realidad nos impulsa fuertemente a tomar otros caminos: La muerte, el egoísmo, la violencia, la búsqueda absurda de poder y riquezas materiales, la comodidad y la avaricia, el consumo desmedido, la vanidad. Se presentan fines y caminos absurdos que no benefician a nadie y no llevan a nada. ¡No contienen la vida, no participan de la vida de Dios!

En cambio: la solidaridad, la apertura de la experiencia de la vida como don y misterio, como servicio, como prenda del bien común, con una vida con sentido orientada a y por: la belleza, a la verdad, a la bondad, que parten de Él, son otra cosa: son vida consistente hasta la eternidad.

Se los digo de corazón: sigan estudiando y viviendo el Pensamiento Social de la Iglesia, sigan dejándose iluminar por el Magisterio. ¡No tengamos miedo a entregarnos a un proyecto de vida más pleno y más exigente! ¡No tengamos miedo de dar testimonio claro y generoso de nuestra fe! Vivámosla de manera sencilla, prudente, generosa e incluso discreta, pero efectiva en tanto se deja guiar por la fuerza de Dios, por la vida de Dios.

Que así sea.

 

* Nuncio Apostólico en México

Homilía ante Presidentes de la Confederación USEM

Cocoyoc, Morelos; 21 de noviembre 2015

 

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