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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

El amor a Dios y el amor al prójimo

Romanos 9,1-5: “Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos”, Salmo 147: “Bendigamos al Señor, nuestro Dios”, San Lucas 14,1-6: “¿Está permitido sanar en sábado, o no?”

En días pasados aparecía una noticia que iba en contra de todas esas recomendaciones habituales. Mientras todos afirman que se debe beber diariamente hasta ocho vasos de agua, una información médica afirmaba que habría que tener cuidado con el exceso de agua, pues a algunas personas puede producirles una enfermedad. La hidropesía es esa enfermedad que produce una acumulación excesiva de agua. Así, mientras una correcta ingesta de agua, con su natural desecho, produce salud, tonifica y da vida, una acumulación, por exceso o por enfermedad, causa mal a la persona.

Alguien ha comparado el agua con la ley. La ley es para dar vida, para protegerla y dinamizarla; pero cuando la ley se estanca, produce todo lo contrario: esclaviza, entorpece, obstaculiza. Así les pasa a los jefes de los fariseos y a los escribas: se les ha atragantado la ley y en lugar de dar vida, la entorpecen. Cristo va mucho más allá de la ley: su amor y su misericordia es para toda persona. Y ésta es la gran lección que hoy recibimos de Jesús en su curación del hidrópico.

No basta seguir la ley, hay que darle su verdadero espíritu. Jesús no tiene miedo de lanzar su mensaje en medio de un banquete al que ha sido invitado: “¿Está permitido curar en sábado o no?”. No teme enfrentar a quienes se han constituido dueños de la ley pero se han olvidado de su verdadero significado. Cristo proclama que sobre la ley están las personas.

Quizás nosotros hemos caído en interpretaciones falsas de la ley y no hemos descubierto su verdadero espíritu. Hay quienes han sido condenados no tanto por su culpabilidad sino por argucias de quienes manejan la ley; en cambio, otros, que sí son culpables, gozan de libertad y prestigio porque han sabido burlar la ley.

Cristo no ha venido, como Él mismo dice, a abolir la ley, pero sí ha venido a darle sentido y plenitud. Ha puesto como principal y único mandamiento el amor a Dios y el amor al prójimo.

Ojalá que en este día también nosotros nos guiemos por este mandamiento y miremos más allá de nuestras obligaciones y compromisos, y descubramos al hermano que necesita una mano y que pide ser sanado o liberado.

Que el ejemplo de Jesús nos haga audaces para hacer el bien al prójimo.

*Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

 

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