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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

El Adolescente Juan (6)

Te presentamos ahora otro fabuloso libro del Padre Carlos Chávez Shelly: “El adolescente Juan”, dirigido –como él mismo lo dice– a los jóvenes, quienes pueden ver en Juan evangelista, el adolescente, una vida testimonial que les puede ser enriquecedora. (Parte 6)

6. LA SAMARITANA

Juan nos cuenta en el capítulo 4 de su Evangelio algo impresionante que él mismo presenció: venían Jesús y varios de sus discípulos caminando de un pueblo a otro, con el sol cayendo a plomo. Jesús venía muy cansado, sediento y con hambre, sudando y cubierto de polvo. Llegaron a las afueras de Sicar, un pueblo de Samaria. Se sentó en el brocal de un pozo que había en las afueras y les pidió a sus acompañantes que entraran al pueblo a comprar algo de comer. Mientras tanto se acerca al pozo una mujer con su cántaro para sacar agua; era una pecadora… ya iba por el quinto marido la tal Samaritana. Jesús le pide que saque agua con el cántaro y le dé beber… entre tanto, regresan los discípulos –entre ellos Juan– y se quedaron pasmados de que ¡hablara a solas con una mujer!

 

San Josemaría comenta: “¡Qué cuidado! ¡Qué amor a la virtud encantadora de la santa pureza!, que nos ayuda a ser más fuertes, más recios, más fecundos, más capaces de trabajar por Dios, más capaces de todo lo grande!” (Amigos de Dios 176).

El adolescente Juan, de apenas unos 17 años, aprendió muy bien la lección: permaneció virgen y cuidó con delicadeza esta virtud.

Escribió San Josemaría que la pureza limpísima de toda la vida de Juan le hizo fuerte ante la Cruz. Los demás apóstoles huyen del Calvario: él, con la Madre de Cristo, se queda –no olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter–. (Camino 144).

Juan fue fuerte y recio; el único que no huyó. Fue muy fecundo: consiguió para Dios a miles y miles de personas, sobre todo jóvenes, sus hijos espirituales. Y fue muy capaz de todo lo grande.

Ojalá tu y yo sigamos su ejemplo, ahora que la sensualidad, el hedonismo y el más grande desenfreno reinan en nuestra sociedad. Ahora que la impureza está tan extendida. Me contaba un amigo que estudió en una escuela pública –luego pudo formarse bien en este terreno– que se quedó sorprendido cuando le explicaron con detalle el sexto mandamiento, pues a él le habían enseñado que los únicos “pecados” en esta materia eran violar y “no cuidarse”… (¿).

Gracias a Dios, conozco muchos jóvenes como Juan que procuran evitar la pornografía, la masturbación, las relaciones prematrimoniales, los prostíbulos, los “Table Dance”, etc.; que tratan con delicadeza y verdadero amor a sus novias y a las demás muchachas. Y cuando por desgracia caen, buscan inmediatamente la confesión. Y, vuelta a luchar, con renovadas energías, suplicando a la Santísima Virgen esta preciosa virtud.

 

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