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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Las pandillas necesitan de Dios

¿Quién le entra a inmiscuirse con pandilleros y vagos a evangelizar? Creo que directamente sería una imprudencia, porque son personas con un daño moral causado por drogas, violencia intrafamiliar y desamor, principalmente, y su “círculo fraterno” es impenetrable.

¿Cuándo o cómo se podría hacer que leyeran artículos de un sitio católico que les transmita mensajes del amor de Dios? La respuesta a esta pregunta es, tal vez nunca. Pero hay que ser astutos y buscar la manera.

Si nos es muy difícil acercarnos a dialogar y también a allegarles lecturas formativas, debemos orar por ellos en primer lugar y buscar también, con el auxilio de Dios, que vayan surgiendo personas de las parroquias que se dediquen a caminar por las calles de las colonias periféricas a invitar a las familias a acercarse al templo a recibir los sacramentos y asistir a la Santa Misa dominical.

De este modo, podremos de manera indirecta invitar a que los padres, al menos la madre, les insinúen a sus hijos, víctimas tal vez de drogas, alcohol y otros males, a acudir con ella a conocer y recibir a Cristo. Ahí mismo les informaremos a los padres de sitios de Internet con contenido católico.

Ante este problema social que ya es considerado un mal necesario, para muchas personas y gobernantes la piedad religiosa es hasta cierto punto inútil y buscan soluciones de “mayor importancia y efectividad”, como el deporte, pláticas de superación humana e instrucción para el aprendizaje de oficios.

Ciertamente lo anterior debe ir de la mano, pero no es lo único, ya que los jóvenes pandilleros en su mayoría han caído al borde de la desesperación ante su futuro incierto y deplorable.

Enseñarles a estos niños y jóvenes desorientados quién es Cristo y para qué sirve conocerle, los irá retirando de todas aquellas situaciones relacionadas con la cultura de la muerte, tales como vandalismo, asaltos, peleas, narcotráfico, drogadicción, prostitución, ente otros.

La fe es para transmitirse, no para tenerla dentro de una cúpula de cristal donde nosotros estemos resguardados de peligros inminentes, pues más temprano que tarde podremos ser víctimas de una desgracia.

Los pandilleros también son personas y como tales son hijos de Dios; tenemos el deber moral de ser creativos para alejarlos de los males sociales.

¡Tengamos fe en que Dios nos protege y no tengamos miedo para actuar!

 

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