La vida es una peregrinación, enseñemos a nuestros hijos a vivirla al máximo

En mi diócesis, es el tiempo de la peregrinación anual a la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, una expresión de fe muy llena de vida y de cultura, una forma muy adecuada de fomentar nuestras tradiciones. Aunque no peregrinemos físicamente, podemos aprovechar para hacer énfasis con nuestros hijos en que nuestra vida en como una peregrinación, donde el ritmo que llevemos depende de nosotros y para ello necesitamos de la fe, la tenacidad y muchos otros valores.

Además, podemos peregrinar solos, pero es mucho más fácil si lo hacemos acompañados, no necesariamente siempre de las mismas personas, por tramos habrá personas que lleguen y después de un tiempo se vayan, habrá otros tramos que conozcamos personas que a partir de ahí nos acompañen toda la vida y otras que aunque se crucen en nuestro camino nunca nos acompañen.

Si educamos a nuestros hijos así, les estaremos dando armas para afrontar la vida como un reto y no como una carga, por eso aquí te dejo mis 5Tips lograrlo.

PRIMERO. Confía en que Dios camina siempre contigo.

Aunque a veces no lo veamos, Dios es nuestro mejor compañero de camino porque en los momentos más difíciles y con más retos, nunca abandona a sus hijos.

Mantén la fe viva, haciendo oración, dialogando con el Señor para que tus hijos vivan en ese estilo de vida, descubriendo la compañía de Dios en los pequeños detalles del día a día.

Es bueno explicarles a nuestros hijos que aunque estemos pasando por periodos de prueba o de problemas, debemos poner atención para ubicar la mano de Dios en cada situación, así los estaremos educando en la fe, esperanza y confianza en Dios.

SEGUNDO. Agradece lo que tienes hoy.

La gratitud es una virtud que transforma la manera en que vemos la vida. Cada amanecer, cada encuentro, cada respiro es un regalo de Dios y a veces no nos damos tiempo de notarlo, mucho menos de educar a nuestros hijos para que sepan discernirlo.

Agradecer fortalece el alma, nos hace humildes, nos ayuda a ver el bien, incluso en las pruebas, y sobre todo nos hace cercanos a Dios para poderle ver en cada momento de nuestro peregrinar.

Si nuestros hijos ven que nosotros nos tomamos el tiempo para agradecerle a Dios lo que nos da, ellos también lo harán como parte de su actuar cotidiano; si ven que somos tan valientes para agradecer al que camina al lado nuestro por la ayuda que nos brindan, ellos serán hombres y mujeres educados y humildes que no les pesará agradecer la ayuda que se les brinda.

Es necesario que las virtudes se inculquen con el ejemplo, más que con las palabras.

TERCERO. Procura rodearte de personas que sumen.

En el peregrinar de la vida podemos caminar entre piedras, cuando los problemas o pruebas nos alcanzan, pero si además nos rodeamos de gente tóxica, que en lugar de sumar nos restan alegría, energía, ganas de vivir, etc, el camino se vuelve cuesta arriba y sin una razón justificada.

Es bueno recordar que caminar con otros nos hace más llevadera y alegre la peregrinación de la vida. Es necesario buscar, amigos, comunidades, apostolados o grupos que te inspiren, que te escuchen y te impulsen a ser mejor.

Lo mismo debemos ser nosotros para nuestros hijos, nuestra familia debe ser el primer lugar donde seamos escuchados, motivados, impulsados a ser mejores y a afrontar los retos con alegría y a vivirlos desde los valores y las virtudes. Así tendrán un estilo de vida muy especial, donde caminar juntos, en sinodalidad y de la mano de Dios sea lo cotidiano.

CUARTO. Perdona y suelta el equipaje.

Si caminamos por mucho tiempo con mil maletas muy pesadas, el peregrinar se hace difícil, pesado, hasta doloroso, pero si nos damos permiso de ir ligeros podemos avanzar y lograr nuestras metas cotidianas.

El rencor es una carga que cansa el alma. Perdonar no siempre es fácil, pero nos libera. Así que debemos darnos permiso de soltar lo que no nos deja avanzar y hacer espacio en nuestro corazón para la paz, que es un gran motor para caminar alegremente por la vida.

Debemos educar a nuestros hijos desde pequeños para que aprendan a perdonar lo más rápido posible para evitar que el rencor empañe su vista y contamine su corazón. Así podrán caminar ligeros y reconocer a los buenos amigos en el camino; además, tendrán la capacidad de estimarlos y atesorarlos para caminar con ellos largos tramos de la peregrinación.

Y QUINTO. Disfruta de las pequeñas y grandes alegrías.

La vida no se trata solo de metas, también se trata de caminos y de cómo los caminamos. La alegría debe acompañarnos a lo largo de cada camino para que este sea una vereda de aprendizaje y satisfacción a pesar de que esté empinada, que lleve muchos obstáculos o que sea muy angosta.

Celebrar los logros, reír, compartir, detenerse a contemplar una puesta de sol o el andar de las nubes, saborear un buen café o dialogar con los amigos, los hijos o en familia nos pueden proporcionar gran alegría, de esa que nos llena la pila y nos da fuerza para seguir caminando; pero no hay cosa mejor que ir ante el Santísimo a llenar la pila ya que esa energía es vital, duradera, nos llena de una alegría inigualable y además nos confirma la ruta que debemos seguir o, en ocasiones, nos la corrige para que nuestro peregrinar sea lo más grato posible.

Dios no quiere que nuestro paso por esta vida terrenal sea complicado, difícil o amargo, Él nos ha pensado para que seamos felices ya desde esta vida y nos preparemos para estar eternamente con Él, en la vida eterna. Por eso si tenemos una vida espiritual fuerte, basada en los sacramentos y en la oración, visitando al Santísimo cotidianamente y contando con Dios como compañero de camino, seguro lograremos llegar a la meta, que es la vida eterna en la presencia de Dios.

Para esto debemos educar a nuestros hijos, para que tengan los pies en la tierra pero la mirada en el cielo y que peregrinen por esta vida siempre de la mano de Dios, con la ayuda y ejemplo de la Santísima Virgen María y apoyándose de la familia, amigos y personas que Dios vaya poniéndoles en el camino. Sabiendo discernir qué quiere Dios de ellos en cada circunstancia y momento de la vida y manteniéndose alegres de caminar con paso firme cada día para alcanzar la meta: la vida eterna en la presencia de Dios.

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