
¿Orgullosos de qué?
Hoy, en México como en casi todos los países occidentales, la Convención sobre los Derechos de los Niños es papel mojado.
Hoy, en México como en casi todos los países occidentales, la Convención sobre los Derechos de los Niños es papel mojado.
La batalla cultural de mostrar que el embrión es una maravilla y de que no hay nada como ser madre, para que el camino del aborto sea cada vez menos socorrido.
Mi éxito justifica que yo “interrumpa” la vida humana (por usar su eufemismo), sin que se pueda, obviamente, “reanudar”.
Una relectura adecuada de los derechos puede conculcar el derecho de los padres a educar a los hijos según sus propias convicciones, y quien arrebataría tal derecho sería la ONU, que lo proclama en sus propias declaraciones, ¿cabe una mayor esquizofrenia institucional?
El Papa pide por el respeto de los derechos de los trabajadores y por aquellos que carecen de empleo para que puedan, a través de este, dar su aporte al bien común.
México es un país enfermo de división. Debemos preocuparnos cuando ministros de justicia, ideólogos y políticos usan los “derechos” para sembrar rencor.
Como dijo Viktor Frankl, los padres no deberían tener miedo de exigirle demasiado a sus hijos; lo que deberían temer, es exigirles demasiado poco.
Por sentido común (prudencia, diría Aristóteles) es fundamental el respeto de libertad religiosa y libertad de expresión, y no deben ser lastimados.