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Caminemos juntos como discípulos y misioneros
Ángelus 22 noviembre 2015

Pide Papa a cristianos hacer presente el Reino de Jesús en su vida

 

Durante el Angelus del 22 de noviembre, el Papa Francisco expresó que en este último domingo del año litúrgico se celebra la Solemnidad de Cristo Rey, recordando el momento en que es presentado como rey ante Pilatos, mostrando dos lógicas: la mundana, apoyada en la ambición, en el combate con las armas del miedo; y la lógica del Evangelio, la de Jesús, guiada por la humildad.

 

Papa Francisco: Los reinos de este mundo a veces se sostienen con las prepotencias, rivalidades, opresiones; el Reino de Cristo es un «Reino de justicia, de amor y de paz».

 

El Santo Padre se refirió al fracaso del pecado como el sitio en el que triunfa la Cruz porque en el fracaso de las ambiciones humanas está la gratuidad del amor, realizando una reflexión sobre el momento en que se burlaron de Jesús clavado en la Cruz, lanzando un desafío para que se salvara Él mismo, pero Él no podía salvarse a sí mismo; porque, de haberlo hecho, no nos hubiera salvado; en cambio, hubiera cedido ante las tentaciones.

 

Papa Francisco: Decir: “Jesús ha dado su vida por el mundo”, es verdad. Pero es más hermoso decir: “¡Jesús ha dado su vida por mí!”, y hoy, en la Plaza, cada uno de nosotros diga en su corazón: “Ha dado su vida por mí, para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados”.

 

Diciendo que Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón.

 

Al término del Ángelus, el Papa Francisco habló de la proclamación de beatificación en Barcelona de Federico de Berga y 25 compañeros mártires asesinados en España durante la persecución de la Iglesia en el siglo pasado. Mencionó que el miércoles iniciará su viaje a África, visitando Kenia, Uganda y la República Centroafricana.

 

Texto completo 

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

 

En este último domingo del año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Cristo Rey. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta ante Pilatos como rey de un Reino que «no es de este mundo» (Jn 18,36). Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey en otro modo, pero es rey en este mundo. Se trata de una contraposición entre dos lógicas. La lógica mundana se apoya en la ambición, en la competencia; combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias. La lógica del Evangelio, es decir, la lógica de Jesús, en cambio, se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con la prepotencia, rivalidad, opresiones; el Reino de Cristo es un «reino de justicia, de amor y de paz» (Prefacio).

 

¡Jesús se ha revelado rey, ¿cuándo? ¡En el evento de la Cruz! Quien mira la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Alguno de vosotros puede decir: “Pero padre, ¡esto ha sido un fracaso!” Es precisamente en el fracaso del pecado, que el pecado es un fracaso. En el fracaso de las ambiciones humanas, ahí está el triunfo de la Cruz, está la gratuidad del amor. En el fracaso de la Cruz, se ve el amor. Y este amor que es gratuito, que Jesús nos da. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se muestra como el cumplimiento de una vida gastada en la total entrega de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, los transeúntes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la Cruz, y le lanzan el desafío: “¡Sálvate a ti mismo bajando de la Cruz! (Mc 15,30). ¡Sálvate a ti mismo!”. Pero paradójicamente la verdad de Jesús es precisamente aquella que en tono de ironía le lanzan sus adversarios: “¡No puede salvarse a sí mismo!” (v. 31). Si Jesús hubiera bajado de la Cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio, Él no puede salvarse a sí mismo, precisamente para poder salvar a los demás; porque precisamente ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros. Decir: “Jesús ha dado su vida por el mundo”, es verdad. Pero es más hermoso decir: “¡Jesús ha dado su vida por mí!” Y hoy, en la Plaza, cada uno de nosotros diga en su corazón: “Ha dado su vida por mí, para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados”.

 

Y esto, ¿quién lo ha entendido? Lo ha entendido bien uno de los dos malhechores que son crucificados con Él, llamado el “buen ladrón”, que le suplica: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino” (Lc 23,42). Pero éste era un malhechor, era un corrupto, y estaba precisamente allí, condenado a muerte por todas las brutalidades que había cometido en su vida. Pero ha visto en el comportamiento de Jesús, en la mansedumbre de Jesús, el amor. Y ésta es la fuerza del Reino de Cristo, el amor. Por esto, la majestad de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Miremos la Cruz de Jesús, miremos al “buen ladrón”, y digamos todos juntos lo que ha dicho el “buen ladrón”: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. Juntos: “Jesús, acuérdate de mí cuando hayas entrado en tu Reino”. Y pedir a Jesús cuando nos sintamos débiles, pecadores, derrotados, que nos mire y decir: “Pero Tú estás ahí. No te olvides de mí”.

 

Frente a tantas laceraciones en el mundo y demasiadas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María que nos sostenga en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su Reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.

 

Después del Ángelus:

 

Ayer, en Barcelona, han sido proclamados beatos Federico de Berga y veinticinco compañeros mártires, asesinados en España durante la feroz persecución contra la Iglesia en el siglo pasado. Se trata de sacerdotes, jóvenes profesos en espera de la ordenación y hermanos laicos pertenecientes al Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Encomendemos a su intercesión a muchos de nuestros hermanos y hermanas que lamentablemente también hoy, en diferentes partes del mundo, son perseguidos a causa de la fe en Cristo.

 

Saludos:

 

Saludo a todos los peregrinos, llegados de Italia y de diferentes países: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular saludo a los de México, de Australia y de Paderborn (Alemania). Saludo a los fieles de Avola, Mestre, Foggia, Pozzallo, Campagna y de la Val di Non; así como a los grupos musicales, que he escuchado, y que festejan a santa Cecilia, patrona del canto y de la música. Después del Ángelus, que os oigan, porque tocáis bien.

 

El próximo miércoles inicio el viaje a África, visitando Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Os pido a todos que recéis por este viaje, para que sea para todos estos queridos hermanos, y también para mí, un signo de cercanía y de amor. Pidamos juntos a la Virgen que bendiga a estas queridas tierras, para que allí haya paz y prosperidad.

 

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! Y a los músicos, ¡que os oigan!

 

 

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