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Angelus 18 de noviembre 2014

Francisco: Los talentos, bienes que nos da Dios para compartir

En el rezo del Ángelus del domingo 16 de noviembre, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó la parábola de los talentos, los cuales, dijo, son patrimonio que el Señor nos confía. ¿Qué patrimoinio? Su palabra, la Ecucaristía, la fe en Dios padre, su perdón, son sus mayores tesoros.

Papa Francisco:

“El significado de esto es claro. El hombre de la parábola representa a Jesús, los servidores somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el Patrimonio? Su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón… en resumen, tantas cosas, sus más preciosos bienes. Este es el patrimonio que Él nos confía. No solamente para custodiar, sino para multiplicar”.

Cristo no nos pide que guardemos su gracia en la caja fuerte. Él quiere que la usemos para ayudar a los otros. ¿Nosotros qué hemos hecho? ¿A quién hemos contagiado con nuestra fe? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo?

Papa Francisco:

“Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte. Jesús no nos pide esto, sino que quiere que la usemos para provecho de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así se multiplican. Es como si nos dijese: ‘He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos abundantemente’”.

El Papa también habló sobre los migrantes y ofreció las parroquias de Roma para que se puedan reunir los ciudadanos con los migrantes en las instituciones, a quienes llamó a resolver de forma prioritaria esta emergencia social.

Papa Francisco:

“En estos días, en Roma, hubo tensiones más bien fuertes entre residentes e inmigrados. Son hechos que suceden en diversas ciudades europeas, especialmente en barrios periféricos marcados por otras necesidades. Invito a las Instituciones, de todos los niveles, a asumir como prioridad lo que ya constituye una emergencia social y que, si no es afrontada lo más pronto posible y de modo adecuado, hace que se corra el riesgo de degenerar cada vez más”.

Ángelus, Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo es la parábola de los talentos, tomada de san Mateo (25,14-30). Narra de un hombre que, antes de partir para un viaje, convoca a sus servidores y les confía su patrimonio en talentos, monedas antiguas de un gran valor. Ese hombre confía al primer servidor cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Durante la ausencia del hombre, los tres servidores deben hacer fructificar este patrimonio. El primer y el segundo servidor duplican cada uno el capital inicial; el tercero, en cambio, por miedo a perder todo, entierra en un pozo el talento recibido. Al regreso del señor, los primeros dos reciben felicitaciones y la recompensa, mientras el tercero, que devuelve solamente la moneda recibida, es reprendido y castigado.

El significado de esto es claro. El hombre de la parábola representa a Jesús, los servidores somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el patrimonio? Su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón… en resumen, tantas cosas, sus más preciosos bienes. Este es el patrimonio que Él nos confía. No solamente para custodiar, sino para multiplicar.

Mientras en el lenguaje común el término “talento” indica una resaltante cualidad individual –por ejemplo, un talento en la música, en el deporte, etcétera–,  en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar.

El pozo cavado en el terreno por el «servidor malo y perezoso» (v. 26) indica el temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Porque el miedo de los riesgos en el amor nos bloquea.

Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte. Jesús no nos pide esto, sino que quiere que la usemos para provecho de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así se multiplican. Es como si nos dijese: “He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos abundantemente”.

Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos “contagiado” con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien formularnos.

Cualquier ambiente, también el más lejano y árido, puede convertirse en un lugar donde hacer fructificar los talentos. No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano. El testimonio que Jesús nos pide no es cerrado, es abierto, depende de nosotros.

Esta parábola nos empuja a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica, que renueva. Así como también el perdón, que el Señor nos dona especialmente en el Sacramento de la Reconciliación: no lo tengamos encerrado en nosotros mismos, sino dejémoslo que desate su fuerza, que haga caer los muros que nuestro egoísmo ha levantado, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el diálogo donde no hay más comunicación… Hacer que estos talentos, estos regalos, estos dones que el Señor nos ha dado, sean para los demás, crezcan, den fruto con nuestro testimonio.

Creo que hoy sería una cosa buena que cada uno en casa tomase el Evangelio, el Evangelio de San Mateo, capítulo 25, versículos del 14 al 30, Mateo 25, 14-30, leer esto y meditarlo un poco: “los talentos, las riquezas, todo aquello que Dios me ha dado de espiritual, de bondad, la Palabra de Dios. ¿Cómo hago para que crezcan en los demás? ¿O solamente los custodio en una caja fuerte?”.

Además, el Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma manera: nos conoce personalmente y nos confía aquello que es justo para nosotros; pero en todos, en todos hay algo de igual: la misma, inmensa confianza. Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros. Esto es igual para todos ¡No lo defraudemos! ¡No nos dejemos engañar por el miedo, sino intercambiemos confianza con confianza! La Virgen María encarna esta actitud de la forma más bella y más plena. Ella ha recibido y acogido el don más sublime, Jesús en persona, y a su vez lo ha ofrecido a la humanidad con corazón generoso. Pidámosle ayudarnos a ser “servidores buenos y fieles”, para participar  “de la alegría de nuestro Señor”.

Queridos hermanos y hermanas:

En estos días, en Roma, hubo tensiones más bien fuertes entre residentes e inmigrados. Son hechos que suceden en diversas ciudades europeas, especialmente en barrios periféricos marcados por otras necesidades. Invito a las Instituciones, de todos los niveles, a asumir como prioridad lo que ya constituye una emergencia social y que, si no es afrontada lo más pronto posible y de modo adecuado, hace que se corra el riesgo de degenerar cada vez más.

La comunidad cristiana se empeña de modo concreto para que no haya desencuentro, sino encuentro. Ciudadanos e inmigrados, con los representantes de las instituciones, pueden encontrarse, también en una sala de la parroquia, y hablar juntos de la situación. Lo importante es no ceder a la tentación del desencuentro, rechazar toda violencia. Es posible dialogar, escucharse, proyectar juntos, y de este modo superar la sospecha y el prejuicio y construir una convivencia cada vez más segura, pacífica e inclusiva.

Hoy se celebra la “Jornada mundial de las víctimas de la carretera”. Recordamos en la oración a cuantos han perdido la vida, deseando el empeño constante en la prevención de los accidentes de circulación, así como también un comportamiento prudente y respetuoso de las normas por parte de los automovilistas.

Saludo a todos ustedes, familias, parroquias, asociaciones y fieles, que han venido de Italia y de tantas partes del mundo. De manera especial, saludo a los peregrinos procedentes de Murcia, España, Cagliari, Teramo, Gubbio y Lissone; al coro Amadeus de Villafranca, a la asociación de “Acompañantes a los Santuarios Marianos en el Mundo” y a los chicos de la Confirmación de Monte San Savino y de Torano Nuovo. Saludo a los empleados del Hospital Fatebenefratelli de Roma y al grupo de músicos del Teatro de la Opera de Roma.

Y no se olviden, hoy en casa, de tomar el Evangelio de Mateo, San Mateo, capítulo 25, versículo 14, y leerlo. Y hacerse las preguntas que vengan.

A todos deseo bueno domingo. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.

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