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Mártires coreanos: Por amor a Cristo… y al prójimo

Que la herencia de los mártires coreanos inspire «a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y reconciliada, contribuyendo así a la paz y a la defensa de los valores auténticamente humanos», en Corea y en el mundo entero, dijo el Papa Francisco.

Ante una multitud de alrededor de un millón de personas reunidas en la gran plaza de Gwanghwamun, en un día de gran regocijo para todos los coreanos, el Papa Francisco beatificó la mañana de este sábado a los mártires Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros que «vivieron y murieron por Cristo y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria».

Luego de poner de relieve que, en la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros, sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos, el Papa Francisco, a imitación de Jesús, sacó dos lecciones de vida para los asistentes a la ceremonia y para los fieles y personas de buena voluntad del mundo entero.

Explicó que los 124 mártires fueron beatificados, básicamente, por haber practicado hasta el final el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo.

En una primera lección, comentó que los mártires coreanos tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo, y eligieron a Cristo como su verdadero tesoro.

«En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo», reflexionó el Papa con los fieles coreanos.

Precisamente, «los mártires nos enseñan que la riqueza, el prestigio y el honor son de poca importancia: Cristo es el único y verdadero tesoro», explicó el Santo Padre.

En una segunda lección, el Papa Francisco resaltó que, en cuanto al amor al prójimo, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe.

«Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados», concluyó en este punto el Papa.

Con información de News.va y Asia News

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