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Caminemos juntos como discípulos y misioneros
Una iglesia en salida

Una Iglesia en salida misionera en familia

Recientemente se celebró el DOMUND, es decir el domingo de las misiones, porque la Iglesia de Dios es enviada a las gentes para ser el sacramento universal de la salvación, obedeciendo el mandato de su fundador, por exigencias íntimas de su misma catolicidad, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres. Por lo tanto, la propuesta es seguir alimentando con la proclamación del Evangelio a los confines de la tierra y no solo quedarse en la palabra, sino mantenerse firmes en la Palabra evangelizadora. Recordando a San Juan XXIII con su frase: «Que nuestro corazón arda, para que muchos no mueran de frío».

Y como familia estamos llamados a ser también evangelios vivos que demos testimonio de la acción de Cristo en nuestras vidas y así calentemos corazones y contagiemos a otras familias de la alegría de vivir en familia, a pesar de las circunstancias que nos toquen vivir, siempre podemos ayudar a los que nos rodean por eso aquí te dejo mis 5Tips para ser familias en salida misionera.

PRIMERO. La oración es vital.
De esta manera nos unimos al corazón de Dios y parecernos más a Él para así buscar que todos lleguemos a la salvación por el Amor que sentimos a Dios.

La Primera comunidad, una familia de familias, a través de su unión y perseverancia en la oración y la fracción del pan, demostraron que el Señor verdaderamente estaba vivo.

Animados por el evangelio visitaban a los enfermos, ayudaban a los pobres y todos los que estaban en necesidad tenían el apoyo de ellos. Por este testimonio el número de creyentes iba creciendo.

Es por esto que la oración nos ayuda a imitar las cualidades de Jesús y nos motiva a actuar como él.

SEGUNDO. Vivamos la fraternidad.
Dios, lleno de amor, no es indiferente a las condiciones y situaciones humanas y nos invita siempre a estar atentos a lo que está pasando en el mundo y al cuido de nuestros hermanos.

Y en familia lo podemos practicar entre cada uno de los miembros para después estar listos para hacerlo con las familias que nos rodean.

Hoy más que nunca cada bautizado debe promover vínculos de fraternidad,
restablecer la paz en el mundo, en la familia, en las comunidades, lugares de trabajo etc.

La fraternidad no es otra cosa que vivir el Amor de Dios en comunidad y preocuparnos por que todos lo podamos sentir.

TERCERO. Promover la paz y la unidad.
En el mundo en que vivimos es importante promover la paz entre los miembros de nuestra familia para después poder hacerlo con otras familias y después en nuestra comunidad.

La paz es el camino que puede ayudar al ser humano de realizarse. Cristo cuando se les apareció a sus discípulos después de resucitar, les deseo primeramente la paz: La paz esté con ustedes; enseguida añadió: «como el padre me ha enviado, así también los envío yo» (Jn 20, 19-23); Cristo Jesús les dio la paz y al mismo tiempo la misión de difundirla a los demás.

La paz es un regalo que cada uno desea; nadie quiere vivir en la tristeza; todos aspiramos a la paz; ser autores de paz debe ser nuestra misión cotidiana; en las bienaventuranzas Jesús nos exhorta así: «Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9); en esta exhortación Jesús quiere que nosotros seamos hombres y mujeres que hagan la paz.

Podemos lograrlo si hacemos que en lugar de pleitos entre hermanos tengamos comprensión y donación. Claro que esto es un proceso que debemos propiciar y fomentar con nuestro ejemplo.

CUARTO. Busquemos dialogar con los que nos rodean.
El diálogo nos acerca a las personas porque nos permite escucharles, conocerles, acoger su mensaje en nuestros corazones y así tomar acciones salidas del corazón que solucionen necesidades concretas de cada persona.

Una forma muy concreta es comenzar por la propia familia y después hacerlo con nuestros vecinos.

Conocer y saludar a nuestros vecinos y compañeros de trabajo es una forma hermosa de comenzar a misionar con los que nos rodean. Es importante preguntarles cómo están, que acontecimientos importantes están en puerta; es decir, ser curiosos; hacer preguntas; sin ser invasivo, para lograr un mejor conocimiento y comprensión mutua.

Y QUINTO. Seamos testigos del Amor de Dios.
Que todas nuestras acciones sean un reflejo del Amor de Dios en nuestras vidas. Desde los gestos más pequeños hasta las grandes acciones deben expresar que somos testigos del Amor de Dios.

Los gestos sencillos que uno hace a su hermano son signos de la misión que Jesús nos confió. De hecho, Jesucristo nos recuerda que el mundo sabrá que somos sus discípulos si nos amamos unos a otros (Juan 13, 35).
El testigo de Cristo ama su prójimo y está dispuesto a dar respuesta a sus aspiraciones. El amor por Dios nos lleva a nuestros hermanos con una misión concreta de actualizar la presencia de Jesús en el mundo. Los gestos de amor que hacemos no solo los hacemos a nuestros hermanos sino a Cristo mismo. Obras de caridad tales como: dar a comer a los hambrientos, visitar a los enfermos, acoger a los extranjeros, ayudar a los pobres y necesidades son obras que hacemos a Jesús a través nuestros hermanos. Jesús mismo dice: «En verdad les digo que en cuanto lo hiciste a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hiciste» (Mt 25, 35-46). Jesús se identifica con los más pequeños; y los gestos de misericordia que hacemos a los demás, asegura, también se lo hacemos a él; entonces ayudar a los moribundos, los migrantes, visitar a las familias, vecinos, saludar a las personas etc. son maneras concretas de vivir el evangelio (el mandamiento de amor).

Y así seremos familiar en salida misionera dispuestos a dar testimonio del Amor de Dios en nuestra vida cotidiana.
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