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¿Por qué se puso Benedicto?

Para saber

Una interrogante que surgía cuando hubo el cónclave, era sobre qué nombre adoptaría el nuevo Papa. Algunos pensaban que podría ser Juan Pablo III o quizá Pablo VII, por ser los más recientes. Pero a más de uno sorprendió que tomara el de Benedicto XVI.

En un artículo anterior recordábamos que algunos de los elementos de su escudo estaban inspirados en la espiritualidad monástica y, más típicamente, en la benedictina. Y eso nos da una pista.

Pero es el mismo Papa quien explicó en la primera audiencia general, que tuvo lugar el 27 de abril del 2005, que fueron dos razones por las que escogió ese nombre. Estas son sus palabras:

“Tras el fallecimiento de mi venerado predecesor, Juan Pablo II, se reanudan hoy las tradicionales audiencias generales del miércoles. En este primer encuentro, quisiera ante todo detenerme en el nombre que he escogido al convertirme en obispo de Roma y pastor universal de la Iglesia.

He querido llamarme Benedicto XVI para unirme idealmente con el venerado pontífice Benedicto XV, que guió a la Iglesia en un periodo difícil a causa del primer conflicto mundial. Fue valiente y auténtico profeta de paz y trabajó con gran valentía para evitar el drama de la guerra y después para limitar sus nefastas consecuencias.
Siguiendo sus huellas, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y armonía entre los hombres y los pueblos, con el profundo convencimiento de que el gran bien de la paz es sobre todo un don de Dios, frágil y precioso, que tenemos que invocar, defender y construir todos los días con la colaboración de todos”.

En efecto, el papa Benedicto XV, se distinguió, entre otras cosas, por ser un luchador incansable por la paz, por el derecho de los desprotegidos, en tiempos de la primera guerra mundial. También se distinguió por su amor a los pobres y enfermos como lo demostró cuando hubo una epidemia de cólera en que atendió sin límites a los enfermos; y lo mismo durante la guerra donde defendió a los más oprimidos.

Una vez terminada la guerra se preocupó por atender a la gente afectada: enfermos, prisioneros, inválidos, desaparecidos, etc. El Papa Benedicto XV ofreció su vida a Dios por la paz del mundo, pues preveía que la paz a la que se había llegado era muy débil e impuesta por la fuerza de los vencedores.

Para pensar

La segunda razón por la que adoptó dicho nombre nos la cuenta también él mismo: “El nombre Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran “patriarca del monaquismo occidental”, san Benito de Nursia, que en latín se dice Benedicto, patrón de Europa junto con lo santos Cirilo y Metodio.

La progresiva expansión de la Orden benedictina por él fundada ha ejercido un influjo enorme en la difusión del cristianismo en todo el continente. Por esto, san Benito es sumamente venerado en Alemania y, en particular, en Baviera, mi tierra de origen; constituye un punto fundamental de referencia para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización.”

San Benito fue un santo que nació en el siglo quinto de nuestra era, cerca de Roma, en un pueblo llamado Nursia. Hizo sus estudios en Roma y aunque era un joven distinguido y bien parecido, pudo percibir el mal ambiente en que había caído la sociedad, y en vez de ceder a una vida fácil y regalada, decidió rebelarse y mostrar al mundo que es posible vivir el cristianismo. Para ello decidió vivir en una gruta con gran pobreza y sacrificio.

No le faltaron dificultades y tentaciones, pero con la ayuda de Dios salió adelante. Su ejemplo dio resultado y se le unieron un gran número de jóvenes que también querían vivir su fe. Gracias a él, se fueron fundando muchos monasterios por toda Europa y llegaron a ser miles de seguidores.

El Papa Benedicto XVI recuerda a este santo: “De este padre del monaquismo occidental conocemos el consejo dejado a los monjes en su Regla: ‘no anteponer nada al amor de Cristo’ (capítulo 4). Al inicio de mi servicio como sucesor de Pedro, pido a san Benito que nos ayude a mantener con firmeza a Cristo en el centro de nuestra existencia. ¡Que en nuestros pensamientos y en todas nuestras actividades siempre esté en el primer lugar!”.

Para vivir

Podemos aprender del Papa a tener también unos grandes ideales: promover la paz, empezando por nuestro propio hogar, poniendo a Cristo en primer lugar de nuestras vidas. Y así, con comprensión y armonía, poder construir, lo que San Josemaría Escrivá llamaba, unos “hogares luminosos y alegres”.

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