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Conoce al Papa. El cisma chino frente a Benedicto XVI

China ha sido quizá el problema más duro para el Papa Benedicto. Perseguida desde 1952 por el régimen comunista, la Iglesia en China ha sufrido ataques continuos hasta el día de hoy. Esta cuestión ha sido una dura corona de espinas para el Santo Padre, porque la situación de los católicos chinos se mueve entre la represión a los católicos fieles a Roma y la formación de una Iglesia cismática.

Esta problemática es muy compleja, pero podría resumirse en que la Iglesia en China están dividida: por un lado, hay unas comunidades unidas al Papa, que son duramente perseguidas e incluso martirizadas hasta hoy; y, por otro, está la llamada “Iglesia Patriótica China”, promovida por el Gobierno chino.

En los años 50, fueron expulsado los Obispos y misioneros extranjeros, encarcelados casi todos los eclesiásticos chinos y muchos laicos, y cerradas las iglesias. Se creó la “Oficina para los Asuntos Religiosos y la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos”, con el fin de controlar todas las actividades religiosas. En 1958, tuvieron lugar las dos primeras ordenaciones episcopales sin el mandato papal, dando lugar a un cisma “de facto”.

En el decenio 1966-1976, la Revolución Cultural, afectó violentamente a la comunidad católica. En los años 80, con Deng Xiaoping, comenzó un periodo de tolerancia religiosa con algunas posibilidades de movimiento y de diálogo, que permitieron la reapertura de algunas iglesias, de seminarios y de casas religiosas. (Ver: Nota explicativa de la Santa Sede, 27.V.2007).

A esto hay que añadir una complicada relación diplomática, pues el Vaticano no reconoce oficialmente a China desde 1951 y, en cambio, sí reconoce a Taiwán. El Partido comunista ha querido que se piense que el gran obstáculo entre China y el Vaticano es el reconocimiento de Taiwán; sin embargo, el gran problema es la ordenación de obispos sin el consentimiento de la Santa Sede. (Ver: Inma Álvarez, en “Alfa y Omega”, 6.I.2000).

El Papa Benedicto XVI envío una Carta a los católicos de China, el 27 de mayo de 2007. La misiva buscaba resolver el complejísimo problema la unidad entre los católicos clandestinos y los obispos patrióticos que recibieron la ordenación episcopal sin mandato pontificio y luego han buscado la comunión con Roma (n. 8). El Santo Padre les pedía a los primeros aceptar a estos segundos, lo cual no estuvo exento de incomprensiones.

Además, en ella Benedicto XVI manifestó su deseo sincero de diálogo entre la Santa Sede y el Gobierno chino para llegar a un acuerdo sobre el nombramiento de Obispos, el respeto de una auténtica libertad religiosa, y la normalización de las relaciones entre la Santa Sede y China. (Cfr. Nota explicativa, C).

En diciembre de 2010, la gubernamental Asociación Patriótica Católica China, se reunió para elegir sus representantes, y varios obispos fieles a Roma fueron forzados a asistir. Este episodio generó un nuevo distanciamiento entre el Vaticano y China.

La reacción del Papa fue muy pastoral, pues expresó su cercanía tanto a los obispos, a los sacerdotes y a todos los católicos “que experimentan dificultades en la libre profesión de su fe”, y les recordó a todos los católicos del mundo que “los fieles de allí tienen derecho a nuestras oraciones, necesitan nuestras oraciones” (Audiencia, 18.V.2011).

La cuestión Iglesia en China nos permite conocer la caridad pastoral del Papa, que busca –en medio de una batalla diplomática– tanto el reconocimiento de los católicos perseguidos, como la incorporación a la comunión eclesial de los obispos cismáticos que piden la reconciliación.

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